Wilson
es un individuo que se ha situado al margen por elección. No le gusta la gente
aunque intenta entablar conversación con todo el mundo. No cree en nadie aunque
trata de caer simpático por medios bastante desconocidos. Su gracia consiste en
que no tiene ninguna. No se sabe a qué se dedica. Probablemente viva de las
rentas… ¿quién sabe? Lo cierto es que todas sus actitudes sociópatas y
absolutamente carentes de empatía esconden una enorme frustración. Se llama
soledad.
Por eso, el único
momento en el que Wilson comienza a sentirse realmente cómodo en la vida es
cuando comparte su existencia con otro puñado de marginados por elección.
Mientras tanto, trata de volver a ver a la única chica a la que quiso
realmente. Ella, en el fondo, era bastante parecida a él. Solo que caminaba sin
ayuda ninguna hacia el pozo. Wilson nunca supo entenderla, pero ahora va a ser
diferente. Va a intentar por todos los medios que ella tenga una razón para
seguir adelante. Y, de paso, él también.
La gente es crédula y
cae con facilidad en el engaño. En realidad, Wilson puede ser un dulce
misántropo que va rogando cariño por los rincones, pero no tiene maldad. Tiene
un puntito de insidia cuando se pone lógico, pero se le disculpa con facilidad.
Al fin y al cabo, la vida también tiene que dejar que las risas salgan y la
mala sangre se evapore. Wilson es tan ingenuo que ni siquiera sabe cómo hacer
que su soledad se convierta en algo que merezca la pena.
Así que allá va Wilson,
con su perrita, su ex – novia, su hija y su desprecio continuado hacia la raza
humana. En realidad, es toda una aventura sin final. Las cosas encajarán en su
momento y Wilson se dará cuenta de que ha merecido la pena pisar este mundo
porque también ha hecho un par de cosas bien. Se sentirá acompañado. Se
sentirá, por una vez, realmente feliz. Hay otras personas completamente
normales que no lo consiguen nunca ¿no? Pues Wilson ya les lleva ventaja.
En tono de comedia sin
cargar demasiado las tintas en las salidas de tono de un personaje que se
presta a ello, Wilson circula por las
venas de sus protagonistas Woody Harrelson y Laura Dern. Ellos le dan forma y
cuerpo a toda la historia y el resto destaca por su debilidad de planteamiento,
su nudo aflojado y su desenlace previsible. Todo se centra en el personaje
principal sin dejar ningún respiro a la perplejidad por sus actitudes porque
Craig Johnson, el director, trata de mirar al misántropo con la normalidad de
quien mira con los mismos ojos que el resto de los mortales y no encuentra más
que motivos de crítica, chanza, burla, desprecio y chascarrillo. Algo así como
si cualquier persona normal diera rienda suelta a sus pensamientos más
primarios como reacción ante cualquier acontecimiento. Mucha libertad y poco
cerebro. Mucha iniciativa y poco resultado. Mucha mordacidad y poca carne.
Y es que no es fácil
mantenerse cuerdo hoy en día. Son demasiadas sorpresas, demasiadas cosas nuevas
que asumir. Tanto es así que, incluso, el pasado se transforma en una sorpresa
que nunca se vivió. Y entonces ya solo queda restañar unas heridas que ni
siquiera se sabe cómo se abrieron.
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