La vieja guardia
militar y el moderno mando universitario se encuentran en el reducido espacio
del U.S.S Alabama, un submarino nuclear de última generación destinado a las
aguas del Pacífico más frío. El salto generacional está servido y las órdenes
se repetirán…sólo hasta cierto punto. La tensión militar crece y se está al
borde de una guerra por culpa de unos rebeldes rusos partidarios de socavar el
poder mundial de los Estados Unidos. El conflicto estalla cuando se recibe un
mensaje cifrado a medias que puede significar la orden de lanzamiento de
misiles o la retirada. En el estamento militar, los razonamientos pueden
sobrar. La prudencia es un signo de debilidad. Y, hay que reconocerlo, tal vez
la mirada del veterano comandante hacia su segundo, no sea precisamente de
comprensión. Recela de él…tal vez porque es más listo que él.
Cuando las órdenes
pueden significar el holocausto nuclear, es lícito cuestionar esas órdenes. Los
militares también son humanos. El deber no es una etiqueta que se cuelga al
cuello, igual que las llaves del botón, para gritar que ante todo está él, con
razón o sin ella. Y que los protocolos de ataque deben de ser llevados al
extremo en una situación de emergencia. El personal del U.S.S. Alabama es
competente, pero también muy leal al comandante de la nave y ese advenedizo de
segundo oficial no es más que un petimetre de Harvard que no tiene las agallas
suficientes como para cumplir las órdenes. ¿Es ése el enfoque que hay que dar
al servicio en estado de alerta?
Todos ellos han sido
entrenados. Para bien y para mal. Incluso la tropa dará un par de lecciones de
profesionalidad y de trabajo bajo presión para que la razón impere. Y habrá que
soportar un par de puñetazos cuando la rabia pueda al mando. La decisión de
enviar un misil nuclear a cualquier objetivo no debe partir de un solo hombre. Y
la marea roja debe evitarse a toda costa. Ante todo, y sobre todo, está la vida
de millones de personas.
Denzel Washington
realiza un trabajo admirable en la piel de ese segundo que cree que hay que
estar en posesión de una seguridad completa para actuar en una orden de
lanzamiento de misiles. Gene Hackman, sencillamente, demuestra lo enorme que
siempre ha sido, con un dominio de miradas crueles, que traspasan, que ponen de
manifiesto el peso del mando frente a un intento de motín, que describe cómo
cada una de sus arrugas están curtidas en mil batallas anteriores. Por el
camino habrá discusiones sobre cuál es el auténtico Estela Plateada, sobre la
velocidad de hiperespacio ordenada por el Capitán Kirk de Star Trek, sobre el dominio de la tensión cuando la situación
resulta ser desesperada y, también, del valor del sacrificio cuando se pone en
riesgo la seguridad de la nave. Cuando se ve esta película, hay que endurecer
las tripas y colocarse en medio de una discusión entre dos actores que son
capaces de sonreír mientras, con los ojos, están lanzando sus propios misiles
sobre el objetivo más cercano.
4 comentarios:
Excelente descripción mi hermano
Gracias. Es un privilegio.
Gran artículo.
Me encanta esta película y una escena en particular. Cuando, bajo una intensa lluvia, Gene Hackman da un discurso a la tripulación y, junto al señor Cob, define de manera maravillosa el Alabama con la banda sonora de Hans Zimmer de fondo. Brutal.
Por cierto, leí en una ocasión que esta era la banda sonora favorita de Zimmer para Steven Spielberg.
Gracias.
Es que es una escena especialmente bien dirigida. Sin duda, una de las mejores películas de Tony Scott.
Es posible que sea la banda sonora favorita de Zimmer para Spielberg, pero no me pega que alguna vez vayan a trabajar juntos.
Gracias de nuevo y un saludo.
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