La
mente siempre busca la evasión cuando la realidad golpea tan duramente que todo
se borra, se difumina y se pierde en la vorágine del trauma. Y la fantasía y la
imaginación son armas muy poderosas para conseguirlo. También es verdad que hay
que tener un poco de cuidado porque esa imaginación, por muy poderosa que sea,
suele estar teñida de jirones de la realidad, del alrededor de uno mismo y, a
menudo, se solapan y se puede llegar a la confusión más frustrante.
Sin embargo, la
frustración suele llevar un pasaporte de vuelta para volver a posar los pies en
el suelo y ahí es cuando se deja que la imaginación vuele para llegar a su
propio final mientras que la realidad se encarga de colocar el pensamiento y tener
la certeza de que todo estará bien a pesar de lo que ha pasado. Es un largo
camino jalonado de aventuras, de conductas malinterpretadas, de desapego a la
rutina, de agradecimiento, de asumir que la soledad existe aunque puede que no
sea tan desoladora como en principio puede parecer. El sol sale de nuevo cuando
se llega a la seguridad de que el miedo siempre está del lado de los malos.
Así que es hora de
ponerse los tacones de aguja y agarrarse a las mujeres porque ellas son los
seres más fuertes que existen. Pueden doblarse, pero rara vez se rompen. Ellas
se encargan de que el siguiente escalón no parezca un abismo y, cada una a su
modo, proporcionan todos los medios para sentirse bien. Por supuesto que es
posible que haya alguna que, disfrazada bajo la máscara del cariño, haga más
mal que bien, pero acaba por descubrirse su verdadera naturaleza. Es hora de
mirar de frente y, de vez en cuando, volver a la fantasía como válvula de
escape. Y si no se hace, el pánico no tardará en aparecer.
Arriesgada apuesta de
Robert Zemeckis combinando dibujo animado con imagen real sin entremezclarse en
ningún momento en una película que contiene acción y drama, comedia y tragedia
a partes iguales. Excelente el trabajo de Steve Carell, sobre el que gira toda
la historia saliendo más que airoso en todos sus registros. Excepcional la
banda sonora de Alan Silvestri, con temas para ambos mundos muy notables. Y
magia a raudales para que, de un modo misterioso, queramos que la ensoñación no
pare y que la vida se manifieste. Es cierto que la magia está ahí y que, tal
vez, falta algo de emoción, pero si se pide algo más que una exhibición de
trucos visuales, la trama regala diversión y, también, momentos de profundidad
humana que siguen dando vueltas cuando las luces se encienden. Nadie ha
prestado demasiada atención a esta película, tal vez porque se basa en un
documental titulado Marwencol en el
que se detalla la verdadera historia de este hombre que recibió una paliza
brutal simplemente por parecer lo que no era y, en su jardín, montó un
fascinante juego de muñecos y maquetas para poder afrontar su penosa realidad.
Y ahí es donde se convirtió en el verdadero héroe con el que soñaba.
Es tiempo de tomar el
té y, sin prisa, dejarse llevar en volandas por todos esos pedazos de cine de
acción frenados casi con brusquedad por los trozos de vida que intentan
recomponer, ante todo, razones para seguir adelante. No hay que olvidar que
solemos ser nuestros recuerdos y, si nos los arrebatan, quedará muy poca
cordura para que la voluntad siga queriendo levantarse todas las mañanas sin
sudores fríos. Y, al fin y al cabo, todos, de una manera o de otra, hemos
estado en Marwen, tratando de imaginar cuál sería nuestra siguiente
hazaña.
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