Si tenéis ganas de escuchar lo que hablamos en "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla sobre esa obra maestra de Vincente Minnelli que es "Cautivos del mal", podéis hacerlo pinchando aquí.
Todo empieza porque un
arquitecto se traslada a una mansión de las afueras en aras de un posible
trabajo de ampliación. Allí hay una serie de invitados tomando el té y el
arquitecto, totalmente perplejo, comprueba que conoce a todas esas personas a
pesar de que no las ha visto nunca. Son personajes de una de sus pesadillas y,
además, tiene una cierta sensación de ya haber vivido esa amigable charla. Su
rostro no pasa desapercibido y, a requerimientos de los demás, él cuenta esa
incómoda sensación. Uno a uno, irán desgranando sus propias pesadillas, esas
que para ellos fueron tan reales que aún no han dejado de martillearles el
pensamiento, como si un buen puñado de seres malditos se dieran cita en aquel
salón estirado y rural.
Así, lo que es
pesadilla se vuelve realidad. Un espejo refleja lo que nadie ve. Un muñeco de
ventrílocuo se torna más cruel de lo que parece. Una joven tiene una charla con
dos niños que ya no existen y que fueron asesino y víctima de un asesinato. Los
sueños van tomando forma dentro de otro sueño y nadie quiere creer que esas
cosas que han soñado pueden ser reales. Todo puede ser una premonición de una
pesadilla que entra en bucle y que, inevitablemente, se repetirá. Un accidente
que acaba por salvar una vida, la casualidad de la existencia, la noche que
muere, la incredulidad que acecha. Hacemos mal en no creernos nuestros propios
sueños. Encierran las maldiciones que evitamos durante el día. Y si no que se
lo pregunten a esos golfistas que hablan entre sí a pesar de que uno de ellos
está bien muerto. Sí, incluso las pesadillas pueden ser cómicas aunque, no por
ello, menos terribles. Hay que tener los pies bien plantados en el suelo y la
mente bien abierta en lo desconocido. Los miedos salen a la superficie sin
avisar y, al final, todo comenzará de nuevo en una suerte de epílogo que no es
más que el principio.
El único intento de la
mítica productora Ealing en el cine de terror dio como resultado esta película
atípica que se antoja como el primer antecedente de muchas y variadas series
que, con sus historias, nos adentraban en el territorio de lo sobrenatural. Con
cuatro directores distintos narrando los diferentes relatos, la película es
divertida, misteriosa, sin renunciar en ningún momento al humor, llevándonos de
aquí a allá con unos enlaces imaginativos que transcurren en ese salón en donde
se ponen encima de la mesa las jugadas de la conciencia y los vericuetos de la
fantasía. En su reparto, podemos encontrar figuras como Michael Redgrave y a
esos maravillosos cómicos llamados Basil Radford y Naunton Wayne que encarnan una especie de
prolongación de aquellos personajes que interpretaban con el cricket como
obsesión en la inolvidable Alarma en el
expreso, de Alfred Hitchcock. El resto, damas y caballeros, tendrán que
ponerlo ustedes con esos pánicos que siempre aparecen cuando la noche muere y
el incierto día despunta…tal vez con algún deseo de fuga, de imaginación y…
¿quién sabe? De asesinato.
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