La misión parece fácil.
Sólo hay que desembarcar, destruir un fuerte español y volver. Sin embargo, la
Naturaleza es un combatiente con el que hay que contar y el regreso se
convierte en una larga marcha con los mosquitos marcando el paso, el barro
juntándose para hacer el camino más pesado, las emboscadas más crueles para
teñir de rojo la jungla de los pantanos de Florida. Los indios semínolas
acechan detrás de cada ramaje espeso, al otro lado de enormes árboles que
sirven de parapeto o de vida, las mujeres avanzan con dificultad bajo la sombra
del bosque salvaje de agua, calor, traición y muerte. Sí, los tambores están
demasiado lejanos.
El capitán Quincy
Wyatt, de los exploradores, sabe que los pantanos no tienen piedad. Sus ojos
son los del siguiente cocodrilo que espera paciente el abrazo del fango y sabe
que tiene que tomar el mando cuando la misión está completada. Ahora se trata
de salvar la vida y no hay mucho tiempo para que las canoas vengan a recoger a
todos. El capitán Wyatt es algo distante, pero hay algo en él que transpira
seguridad. Es como si la jungla se apartara a su paso. El verde se echa a sus
pies, con toda su crudeza, y le rinde pleitesía. Esto no es el Oeste que tanto
conocemos. Quizá sea un puñado de almas intentando sobrevivir en un medio tan
hostil como los propios indios. Los cipreses del pantano parece que se yerguen
con orgullo sólo para hacer la derrota más humillante y bajo el agua nada con
fuerza la muerte. No hay un segundo de respiro. No hay alivio para tanta huida.
La ternura aparecerá en
el rostro avejentado de Gary Cooper, a punto de estar solo ante el peligro,
mientras Raoul Walsh trata de recordar antiguos laureles bélicos con el
objetivo en Birmania disfrazándolo todo de aventura en tiempos del lejano Oeste
que, en esta ocasión, es el Este cercano. Tal vez porque los héroes sólo pueden
serlo si previamente han sabido amar, Cooper es una figura paterna para todos
esos soldados que buscan una salida de la trampa natural en la que están
inmersos mientras los semínolas les persiguen. Puede que Tambores lejanos no sea una gran película, pero es un vehículo de
acción trepidante, dirigido con pulso firme, cambiando escenarios para hacer la
misma película de siempre, con distintos objetivos que apuntan siempre hacia la
supervivencia en tiempos aún más difíciles. Pero no hay que preocuparse. El
capitán Quincy Wyatt seguirá guiando la expedición. Y él prefiere dar la vida
antes que condenar a los demás a seguir vagando por el infierno de los
pantanos.
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