La palabra escrita
puede guardar muchos más sentimientos que cualquier frase emitida desde la
garganta. Y así, poco a poco, se establece una relación entre una escritora y
lectora empedernida y un librero. Los miles de kilómetros que los separan se
transforman, gracias a esas palabras escritas, en apenas unos centímetros de
cariño compartido. El amor por la Literatura los une y, sin querer, sus mentes
y sus corazones se aproximan igual que un acento sobre la letra indicada. De
repente, el olor del papel parece convertirse en el aroma de un hechizo, de una
unión inexplicable que vive, piensa y siente a través de la escritura, de unos
sentimientos que, al principio, asoman con timidez y que, paulatinamente, se
muestran con la belleza propia de una relación que no puede ser, pero que es.
La mirada se pierde, tratando de buscar en la caligrafía del otro esas
compensaciones que la vida diaria se empeña en negar. La inteligencia vuela,
embalada, saltando todo un océano de pensamientos y de seguridades y el sueño
se vuelve tan real que sólo se disfruta. Y ahí, en esas misivas llenas de alma,
se escribe una historia de amor tan intensa que sólo puede ser escrita y, por
tanto, eterna.
En las páginas
amarillas de los libros de segunda mano está toda la sabiduría de los
sentimientos. Quizá es la única parte del interior del ser humano que sea capaz
de volar, estar al lado de alguien que está lejos, en otra parte del mundo, y
sentirse con toda la intensidad del momento único que se crea entre dos
personas que tienen en común algo más que la pasión por los libros. La
dirección es 84 Charing Cross Road, y los volúmenes, encuadernados en tela y en
piel, ya guardan todo lo que se puede escribir, como la confesión de poner los
sueños a los pies de quien se quiere y la advertencia de que pise con cuidado,
porque está pisando todos los sueños.
Anthony Hopkins y Anne
Bancroft hacen que todos queramos sentarnos y escribir eso tan inexplicable que
hace latir nuestro sentimiento, buscando las palabras oportunas, la perfecta
grafía del corazón que, rara vez, se consigue. Sin embargo, es posible que, en
algún momento, salga la palabra justa, la frase adecuada, el acento oportuno
sobre el verbo amar. Y es entonces cuando sabes que sin tierra, ni espacio, ni
cercanía, ni tiempo, ni mirada, siempre estarás al lado de esa persona que supo
leer el libro de tu interior.
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