viernes, 7 de octubre de 2022

ALIEN NACIÓN (1988), de Graham Baker

 

Tres años de cuarentena y estos forasteros ya se han integrado dentro de la sociedad. Les puedes ver en todas partes. Tienen sus tiendas de chucherías, sus gasolineras, sus negocios variados y ahora, el colmo. El primer oficial de policía comienza a ejercer. No puede ser en serio. Una raza que se emborracha con leche agria y que tiene los testículos en las axilas no tiene nada que ver con los humanos. La noche ahí fuera es dura. Bien lo sabe Matthew Sykes, uno de esos policías que han bebido calle a espuertas y que tiene los ojos abiertos de tantas noches en vela. Y ahora va a ser la niñera de un…no sé qué…que se llama ¿lo pueden creer? Sam Francisco. Y lo peor de todo es que se van a meter en una madriguera de bichos de otro mundo porque, como se han integrado, también se dedican a construir una red de drogadicción para alienígenas. Es que se dice y no se cree. La nación ahora es alien. Y los humanos deben aprender a convivir con esos bichos.

Vale, sí, son humanoides, son inteligentes e, incluso, de vez en cuando, demuestran tener sentido del humor. Pero… ¿hasta qué punto la Humanidad dejaría de ser racista con unos extraterrestres que han pedido asilo en la Tierra? No se les trataría igual. No serían más que ciudadanos de segunda en caso de que llegaran a ser aceptados. Y es difícil aceptar a esos cabezones como compañeros de sociedad. El Teniente Sam Francisco va a tener que demostrar muchas cosas en la investigación que van a comenzar. Y Matthew Sykes va a aprender lo que es el respeto cuando alguien a quien consideras inferior, es capaz de seguir el rastro hasta el mismísimo dolor.

Cuando esta película se estrenó, no gozó de demasiadas loas por parte de la crítica y del público. Sin embargo, con el tiempo, se ha convertido en una especie de clásico de culto por lo original del planteamiento. Por una vez, los “recién llegados” no quieren invadir la Tierra, no la anhelan, no quieren colonizarla, no quieren aprovecharse de ella. Sólo desean un hogar y luchan por integrarse dentro de una raza que, sin duda, no va a mirarlos con buenos ojos. Además de eso, su trama policíaca tiene su interés, a pesar de que el nuevo costumbrismo de una sociedad cambiante por la llegada de los visitantes pueda tapar cualquier intento de argumento. En el fondo, se trata de una película de colegas o buddy movie con la variante de que uno de ellos no es de este planeta. James Caan pone rostro a Sykes, con sus escepticismos y veteranías, siempre dentro de los clichés policiales de la época. Mandy Patinkin esconde el suyo para dar vida a Sam Francisco, el alienígena que quiere trabajar como uno más dentro del cuerpo de policía. Terence Stamp se encarga de ponerle maquillaje al villano y la película no deja de ser entretenida aunque dista mucho de ser ese título interesante que promete al principio. Y es que no es tan fácil contar la historia de unos tipos tan diferentes entre unos tipos tan iguales.

Así que, una vez que los “recién llegados”, pueblen nuestras calles, sólo cabrá asistir, atónitos, a sus comportamientos no tan diferentes a los seres humanos. Tal vez vinieron para poner un buen puñado de espejos en las calles para qué viéramos cuán ridículos podemos llegar a ser.

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