Sara
es una chica como otra cualquiera. Echa una mano en la tienda de su padre y,
entre cliente y cliente, trata de recuperar esas malditas matemáticas que ha
suspendido en junio. Su mirada es tímida y torpe, pero perseverante. Y sabe que
ella es blanco de las miradas de los demás porque tiene demasiada carne. Y no
sólo de las miradas. También de las burlas crueles que piensan que no hay
cerebro, ni pena debajo de tanta carne. Ella es blanda. Lo aguanta todo. Y si
no, que no sea tan gorda, tan cerda…
Sara también es una
adolescente. Y tiene los mismos miedos, dudas, agobios y contradicciones que
cualquier otro inmerso en la edad del pavo. Es capaz de mentir para ahorrarse
problemas y escurrir su voluminoso bulto, pero también posee una cierta
inteligencia porque ha sufrido mucho. Han creído que su gesto era de risa
cuando era de llanto. Han supuesto que todas esas humillaciones que ha
soportado no hacían mella en su alma. Y eso es sólo patrimonio exclusivo de los
ingenuos. Todo lo que decimos causa una huella que, a menudo, no se puede
borrar. Y a Sara se le está hinchando la carne y nadie va a querer verla llena
de ira. Ni siquiera ese presunto ángel de la guarda que ha ejecutado una cierta
justicia poética. Aunque la tentación está ahí porque Sara, en el fondo,
suplica por algo que todos necesitamos. Es ese sentimiento que se llama amor y
que tanto falta cuando otras personas se dedican a exaltar los defectos de los
demás sólo para resaltar su insultante perfección, su arrogancia despreciativa,
su naturaleza más salvaje.
Cerdita
tiene muchísimas virtudes y una de ellas es la notable contención que exhibe en
sus dos primeros tercios en esa larga noche de peso y llanto. Carlota Pereda
dirige esta película de tensión rural con excelente pulso aunque en el último
tercio pierda, quizá, algo de clase para adentrarse dentro del terreno más
sanguinolento y visceral aunque, por supuesto, sea una catarsis para ese
personaje que encarna con desparpajo y múltiples matices Laura Galán, estupenda
en sus reacciones adolescentes y acomplejadas, evolucionando desde la vergüenza
hasta la rabia y provocando auténticos deseos de satisfecho rencor.
Y es que, demasiadas
veces, condenamos a las personas sin atender al color de su alma y fijándonos
tan sólo en sus kilos, en el color de su piel, en su estatura, en sus defectos,
en sus mentiras… Todo el mundo miente, sólo que algunos parece que dicen la
verdad. E, incluso, otros, cuando su vida depende de aquellos que han sido
vilipendiados, no pueden evitar el comentario hiriente de quien se siente
superior. Sólo por el aspecto físico. Y eso no es más que un exceso de grasa en
la inteligencia. Esa misma que falta cuando se sueltan las peores maldades a
alguien que no ha hecho nada salvo existir.
No todo debe centrarse en un cierto paralelismo entre una carnicería y un secuestro. Quizá podría haber formas más eficaces de resolver esos deseos de liberación de rabia y de hacer lo correcto de una forma violenta. La simpleza, al fin y al cabo, también merece vivir. Lo demás sería comportarse de la misma manera que el ignorante que carga todas sus frustraciones en la primera víctima que se ponga por delante, confiando en que su respuesta será el silencio. Ese mismo que abruma cuando merodea la muerte.
4 comentarios:
Esto me recordó a un famoso drama de Stefan King
Se parece más a "Carrie" que a otra cosa, aunque me imagino que estarás pensando en "Thinner".
A mí me recordó a "Carrie", aunque me recordó sobre todo al estilo de Álex de la Iglesia, lo que tú comentas, tres cuartas partes de la película en un tono más o menos calmo, con una tensión soterrada que estalla en un clímax gore y desmadrado. A mí el final no me chirría porque se ve venir. Me lo pasé muy bien, al tiempo que como auténtica víctima me vi conectado en muchos pasajes. Buen debut sin duda. Una de las sorpresas del año.
Abrazos a cuarto y mitad.
Esa tensión es la principal virtud de la película. Y, tal vez, hubiera convenido una cierta contención hacia el final (por cierto,no deja de ser un cúmulo de confusiones porque ella está hecha un verdadero lío y no sabe si cargarse a unos o a otros). Yo también estuve conectado aunque creo que mi memoria no ha guardado ninguna situación parecida. Más que nada porque, cuando ocurrió algo parecido, salí incluso en defensa del ofendido sin dejar de irme con los ofensores.
Abrazos sin sangre.
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