miércoles, 25 de enero de 2023

ESPERANDO A MÍSTER BRIDGE (1990), de James Ivory

 

Los modernos puntos de vista. Ése es el problema de todo cambio generacional. Lo que antes estaba bien, estaba absolutamente bien. Ahora todo parece que huele a naftalina, a pensamiento rancio, a días grises que ya no volverán. Y eso es lo que está experimentando el señor Bridge, ese abogado algo estirado que tiene unos hijos que ya no piensan como él. Es muy doloroso ese momento, ese instante de separación moral en el que se comprueba que los hijos ya no piensan igual, ya no opinan lo mismo. Lo que se veía negro, ya es de otro color. Y la juventud es más impulsiva, clama por su sitio. La madurez no es más que el permiso para situarse allí donde está la salida del tranvía. Los años cuarenta están ya llamando a la puerta con demasiada violencia. La guerra parece que ha trastocado todos los preceptos. El señor Bridge, ya de por sí un hombre que tiende a la excesiva seriedad, se enfada con el mundo. No es esto lo que él tenía pensado.

Por otro lado, la señora Bridge considera que, sencillamente, los años pasan y ya no son tan jóvenes. Los hijos vuelan con sus nuevas ideas y proyectos y lo que le pasa a su marido es que es un cascarrabias que no sabe asumir que ya no tiene tanta energía, ni tanta sabiduría como pretende transmitir. El mundo es cambiante y eso le revienta. Es un viejo tonto que puede que, un día, fuera encantador. Ella supo desde siempre que era el hombre de su vida porque sabía que, con él, nunca habría dificultades. Todo sería igual. Cada día sería un calco del anterior y un preludio exacto del siguiente. Quizá por eso una de sus hijas hizo un matrimonio tan desastroso. Quería huir del padre y de su sentido exacto de las cosas. De todas las cosas. Prefería el fracaso a la nada. Y su hijo…bueno, parece que la sangre hierve cuando suenan las trompetas y quiere alistarse en la Armada. La guerra no es nada bueno. El señor Bridge, a pesar de ser un patriota convencido, lo sabe.

James Ivory dirigió con calma y precisión a Paul Newman y Joanne Woodward en una película que ha quedado muy olvidada cuando es una de las mejores de su director y ofrece unas interpretaciones maravillosas, una ambientación agradable y una historia que navega entre lo triste y lo fascinante. Quizá, también, porque sus intérpretes son difícilmente superables, pero, de alguna manera, consiguen que estemos ahí, comprendiendo al señor Bridge aunque sin compartir del todo su pensamiento. Al fin y al cabo, los pensamientos evolucionan y el señor Bridge no parece estar del todo contento con el progreso, aunque la guerra sea lo primero a lo que haya que hacer frente. El señor Bridge, haciendo honor a su apellido, trata de establecer un puente entre el pasado y ese futuro que parece arrollar todo a su paso. Y necesita tiempo para hacerlo. Y no parece tener demasiado.

La familia del señor Bridge, en el fondo de todo lo que les pasa, es un reflejo de un tiempo que no fue bueno y que, sin embargo, hubo que superar. Y eso es lo que no acaba de asimilar el cabeza de familia.

4 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

No he visto esta película, que tiene pinta de despertar tanta ternura como mala baba. ¿No suena un poco a "En el estanque dorado"?

En fin, a lo que iba. Leyéndote pensaba. Estoy aun lejos de la posible edad de Newman en esta película. O eso espero, me lo imagino mas cerca de los 70 que de otra cosa. El caso es que el otro día escuchaba en la radio una reflexión : "Con la edad se va perdiendo la risa y va creciendo la seriedad". Estuve tentado de desmentirla y desecharla de inmediato, pero en el fondo comprendí que tenía un cierto poso de verdad. Lo he recordado cuando leía como describías al protagonista como un ser enfadado con el mundo, como un viejo cascarrabias.

Y la cuestión es que yo comienzo a sentir parte de esa deriva. Tengo muchísima menos paciencia y me irritan, cada vez, más cosas. Tolero poco ya la idiotez que antes me resbalaba bastante mas. Y noto como tengo menos humor y peor.

En lo que no coincido, aun, es en lo de sentirme mas lejos de mis hijos o sus pensamientos. O bien ellos no se han alejado todavía lo bastante o es que tenemos una visión del mundo muy similar. En realidad esto ha sido una recuperación, hace pocos años, estábamos en las antípodas.

Abrazos casi seniles

César Bardés dijo...

No, no tiene nada que ver. Mr. Bridge es un recalcitrante conservador, anclado en determinadas maneras que, por obra y gracia de la extraordinaria interpretación de Newman, en ningún momento es antipático o borde. Dice las cosas tal cual, sin ningún humor. Está más cerca del George Apley que Ronald Colman interpretó en la película de Mankiewicz que de otra cosa.
Ya también estoy experimentando esa deriva que comentas. Quizá yo añadiría una pérdida de ilusión por todo, tengo menos paciencia aunque sigo haciendo gala de un autodominio encomiable cuando estoy con el estado de ánimo adecuado, me irritan muchísimas cosas (veo el telediario y no digo más que "este es un gilipollas" o "aquel...un imbécil". La idiotez, de hecho, es una de las cosas que más me irritan porque, a pesar de que me considero bastante idiota, nunca he creído ser tan idiota como los idiotas de ahora.
Lo de los hijos supongo que es un trayecto muy doloroso de ida y vuelta. Ellos se van y ellos mismos vuelven. No lo sé. Yo todavía estoy en el viaje de ida.
Abrazos refunfuñones.

dexterzgz dijo...

Pues nada, que estaba oyéndoos hablar de idiotas y refunfuñones y me he dado por aludido. No, no creo que la película tenga mucho que ver con "En el estanque dorado", esa película tan especial para mí (ya he dicho aquí alguna vez que la recuerdo como la primera película no infantil que vi en una sala y eso me llegó, durante un tiempo creí en serio que Fonda y Hepburn eran un matrimonio de verdad, y el hecho de que él muriera a poco de ver la película y de haber sufrido aquel arrechucho en pantalla refrendaba mi tesis). En cualquier caso, tanto la película de Rydell como esta viene a demostrar que con actores como estos se puede sacar a flote casi cualquier cosa. A mí es que, llámame raro, me gusta más el Newman maduro que el de la primera etapa, ese que empieza con "Veredicto final" y llega hasta "Camino a la perdición", enlazando papeles maravillosos como los de "Ni un pelo de tonto", "Al caer el sol" o el de su Oscar mismamente. Por supuesto, me gusta el Newman joven, su carisma y su belleza, pero creo que esos ojos azules nunca brillaron con tanta intensidad como en la madurez.

En cuanto a lo de los hijos, no puedo opinar porque no tengo. Pero dicen que a nosotros el diablo nos da sobrinos y os puedo garantizar que ese camino de vuelta del que habláis, ver cómo los vas recuperando poco a poco, es maravilloso. En lo que sí coincido con vosotros es en lo de que el mundo cada vez se está volviendo más idiota, todo él, a la vez y en todas partes.

Abrazos maduros

César Bardés dijo...

Yo creo que hay una cierta diferencia entre el Newman joven y el Newman más maduro, pero no tiene por qué ser mejor ni peor.
En el joven tenemos ese rostro que, sin decir ni una palabra, ya te está diciendo la cantidad de rebeldía que se está incubando dentro. Sus papeles siempre van contra algo, o contra alguien, son muy batalladores (incluso cuando hace comedia) y es irremediablemente intenso (probablemente la competencia con Brando fue determinante en ese aspecto).
En el más maduro, tenemos a un actor mucho más reposado, que ya no tiene que demostrar que está contra el mundo (más bien el mundo está contra él y, dependiendo del papel, lo acepta o no). Casi siempre es una mirada desde la experiencia, ya con billete de vuelta, mucho más tranquilo. En esa madurez, casi nunca tiene un acceso de enfado, ni de rabio. Puede ser amenazante, pero no es ofensivo. Es diferente. Y comprendo que te seduzca más el segundo que el primero.
La mejor muestra de que el mundo se vuelve cada vez más idiota, son las once nominaciones de "Todo a la vez en todas partes". Y a la especie de legión que se ha formado diciendo que es una "Puta obra maestra".
Abrazos con patas de gallo.