jueves, 2 de marzo de 2023

THE QUIET GIRL (2022), de Colm Bairead

Por aquellas cosas del destino, una niña debe cambiar de casa y vivir, durante las vacaciones de verano, en la casa de una prima de su madre. Ella es tranquila, observadora, expectante. Es como si estuviera esperando que la vida saliera a su encuentro y no la encontrase por ninguna parte. Quizá allí, en un hogar en el que el cariño sufrió más de lo soportable, pueda darse cuenta de que la felicidad reside en las pequeñas cosas. En un pastel hecho con dulzura. En una galleta dejada en una mesa para que ella la recoja. En un tren que parece no partir nunca en la pared de su habitación. En la claridad pura y saciante de un poco de agua. En la mirada alzada al cielo para ver las ramas de unos árboles que quieren protegerla.

Todo es extraño, nuevo y, a la vez, con un poso de amor. En algún momento, las cosas no son fáciles porque ella, de alguna manera, viene a llenar un hueco que jamás se podrá tapar, pero la rutina, el trabajo compartido, la palabra justa en el momento adecuado hace que se saboree la felicidad a pequeños sorbos. Tanto es así que, cuando llega el fatídico instante de la despedida, ella es capaz de pronunciar la palabra mágica en un abrazo que no debería acabar nunca porque en él están todas las preguntas, todas las respuestas, todos los sentidos y todas las certidumbres.

En el camino hacia esa seguridad que nunca sabrá expresar, se hallará el lenguaje de la Naturaleza, la maledicencia inquisitiva de quien no debería más que guardar silencio, la tristeza de la adolescencia que ya llama insistentemente a la puerta, el inmenso sabor de un zumo recién exprimido, el inconfundible sabor de un helado comprado con todo el cariño que, como todo el mundo sabe, se recrea en las papilas gustativas con más fruición que el que se adquiere por compromiso. También el innegable valor de la educación, de no decir nunca una palabra disonante, de pagar con sinceridad todo lo que se recibe. Y, sobre todo, de comenzar a diferenciar lo que es la bondad del corazón de la crueldad del alma, algo que se pondrá de manifiesto mientras se dice esa palabra mágica que a todos nos hace volar por lo que significa y por lo que es.

Notable película irlandesa hablada casi íntegramente en gaélico que destila un trabajo realizado con mimo, con poco presupuesto, pero con el pensamiento muy bien colocado. Para paladares sin prisa, dispuestos a dejarse llevar por una historia de verde y relax. Y con una cierta predisposición a la inevitable emoción que acaba por aparecer en medio de la rabia y de la contrariedad. El destino desgraciado parece empecinarse en su permanencia aunque, al menos, esa niña ha probado algo que ninguno de su familia ha llegado a oler. Esa niña será más. Esa niña será mejor. Y, desde luego, en cuanto tenga capacidad e independencia, saldrá de aquella casa en la que la palabra nunca es mágica porque siempre está cargada de amargura y de ofensa para irse a los lugares donde probó el elixir de la sonrisa más espontánea. Tal vez porque allí, donde todos hemos probado algo parecido, es el lugar al que siempre regresamos. Una y mil veces. Físicamente y en el recuerdo. Moralmente y en el pensamiento. Volviendo a sentir, repetidamente, ese olor a verano, a leche recién ordeñada, a ternero alimentado, a agua pura y cristalina, a zumo y a pastel, a noche fría en el borde de la playa, a luces que brillan en el horizonte, a hierba y a hoja, al sonido del viento entre las ramas, a las interminables carreras en busca del correo, a papá y a mamá. 

4 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Vaya por delante la confesión de que no he visto la película, lo que a estas alturas no debe extrañar a nadie. Sigo estando tremendamente remolón y los pocos instantes que tengo libres los pierdo en descansos improductivos.

Pero tampoco voy a hablar de la película, así que esta entrada no es más que una excusa para hablar de cine, de una idea que últimamente se me escurre de mis pocas neuronas.

La cuestión es que en esos ratos ociosos que desaprovecho, me da por pensar. Y pensando y pensando (triunfé patinando) le di vuelta a la idea de los arquetipos femeninos de las películas clásicas que pocas veces reflejaban de verdad personajes femeninos reales, antes eran más bien un poco tópicos que las mentes generalmente masculinas etiquetaban de forma más o menos ordenada: El ama de casa abnegada o sufridora o temerosa o, las menos, algo altiva y con carácter; la damisela en peligro o necesitada de ayuda masculina para enfrentarse a las amenazas; la mujer fatal manipuladora; la celosa irredenta, la que sufre los desamores... En fin, ellas serán lo que sean pero las han dibujado así, que diría Jessica Rabbit.
Y eso ha ido cambiando un poco, bastante incluso, con más mujeres guionistas, directoras y un mundo mucho más igualitario, aunque aun queden trechos de mejora (y no de cristal, precisamente). Se ha llegado hasta crear nuevos tipos de mujer, tampoco demasiado reales, para contentar a los políticamente correctos.

Pues con esa idea en la cabeza me puse a jugar que pasaba con los niños. Aquí es muy difícil que haya guionistas infantiles que nos muestren con conocimiento de causa los pesares y las alegrías de los infantes de las pelis. Y sin embargo damos por bueno los personajes infantiles que también, en general, son bastante tópicos. Quizá entendamos que la observación hacia ellos, la nuestra y la de los guionistas y directores que en el mundo han sido, ha sido tan atenta que comprendemos que suelen responder a los estímulos tal y como nos lo cuentan.

Y eso me llevó a una nueva cuestión, o nunca se ha mirado a las mujeres intentando comprenderla y hacer un dibujo certero de ellas o la visión que nos han dado de los niños puede ser tan fallida como fue la de la mujer en el pasado.

Hitch aborrecía rodar con niños ¿por qué si en pantalla la mayoría de ellos son casi angelicales? No sé como será la niña de esta película, pero cuantos y cuantas hemos visto tan bondadosos, pero a la vez tan sensibles que dan ganas de llevártelos a casa como si fueran un Gizmo de carne humana; cuantos son insufribles porque sus padres los educan desde la idiocia mas absoluta; cuantos son tan resueltos o valientes que parece que sean superhéroes pequeñitos incluso con las mismas motivaciones que los adultos; cuantas conversaciones de colegio, de autobús escolar, de juego infantil o de encuentro familiar son absolutamente inverosímiles.

Sin embargo no lo cuestionamos. Nosotros fuimos niños y fuimos así....¿o no?

Como veis no hago otra cosa que perder el tiempo pensando tontunas...y lo que es peor haciendo que lo perdáis vosotros leyéndome.

Mil disculpas.

Abrazos de Scout Finch

César Bardés dijo...

Es difícil contestarte,aunque tengas tu parte de razón. No estoy tan de acuerdo en que el cine sólo se haya ocupado de esos estereotipos femeninos que comentas. Creo que la galería de mujeres que ha dado el cine tiene para dar y tomar en cuestión de gustos y de "ovarios". Las mujeres de Howard Hawks no son precisamente fáciles (sin ir más lejos, la Katharine Hepburn de "La fiera de mi niña") o las de John Ford, que están dibujadas como esas rocas imprescindibles que permanecen incólumes ante el arrojo o la cobardía de sus parejas, atribuyéndolas, en gran parte, el mérito de sea cual sea la historia (ahí tienes sus "Siete mujeres", una de las películas más feministas de todos los tiempos, con una heroína entregada que es capaz de sacrificarse por sus compañeras de desgracia), o los papeles que han solido desempeñar las Ingrid Bergman o las Bette Davis de turno que han dado verdaderas lecciones de fuerza y de empeño a cualquier hombre, no sólo poniéndose a su altura, sino rebasando con creces su empuje, su iniciativa y su categoría humana.
En cuanto a los niños, bueno, yo no nunca he visto a un extraterrestre y sin embargo sí me he sentido identificado muchas veces con Elliott. Yo nunca recibí clase de Mr. Chips y, sin embargo, sí me siento identificado con alguno de los niños a los que él da clase. Yo jamás de los jamases he visto muertos y comprendo perfectamente los sentimientos que tiene Haley Joel Osment...y así puedo enumerarte muchísimos ejemplos. El cine, el bueno, el de verdad, no retrata, sugiere...por eso caben todos los universos. Puedo no sentirme identificado con muchos de ellos (con ninguno de los niños de "Hook", por ejemplo) pero también sí que se me puede tocar algún recuerdo o, más bien, alguna sensación al ver una historia con niños. Hitchcock no quería rodar con niños, ni con Charles Laughton...¿por qué? Porque el espectador sólo les mirará a ellos y, probablemente, se perderá la esencia de esas historias imposibles que él quería contar.
En el caso de esta película, esta niña es pura discreción. Degusta la felicidad a pequeños sorbos. Se da cuenta de lo mucho que importan las cosas sencillas, los pequeños detalles, esos que construyen una vida cuando se ponen unos encima de otros aunque no constituyan momentos permanentemente recordables. La mente infantil da para todo eso y mucho más. Es un mundo sin fronteras, sin límites. Podemos sentirnos identificados con Antoine Doinel sin haber robado nunca una máquina de escribir porque, al fin y al cabo, tal vez hemos deambulado por las calles, zascandileando y pensando para nuestros adentros que la vida, en realidad, era una gran guarrada. Podemos sentirnos muy lejos del niño de "El ídolo caído", de Carol Reed porque, en realidad, es un niño pijo que ha sustituido a su padre por el mayordomo y que le hace mal sin querer. El cine guarda esa fórmula y ojalá nunca la pierda.
Abrazos cogiendo agua de la fuente.

CARPET_WALLY dijo...

Claro, claro, si estoy de acuerdo....y no lo estoy.

Lo estoy porque es evidente que el cine sugiere y no retrata (aunque a veces lo pretenda) tampoco he conocido a nadie como Han Solo o como los gánster de James Gagney o como Atticus Finch, siendo personajes masculinos y hombres como yo.

Y es evidente también que hay mujeres fuertes y personajazos en el cine, incluso en el clásico. Y hasta niños creíbles.

Pero no hablaba de casos sueltos que los hay, sino de los estereotipos que los hay a toneladas. Puedes buscar 100 o 1.000 casos que sean excepción a una regla de 10 millones.

Yo no tengo tan claro que los niños de cine sean tan como nos los cuentan en general. Ni que un niño que ve en ocasiones a un tipo degollado se acostumbre a verle o a otros como él cuando comprueba que solo le piden una ayudita para quedarse tranquilos. Pero la cuestión a la que yo iba era que la sugerencia del cine cuando mira a la infancia es bastante autocomplaciente y hay muchos niños y niñas pintados con trazos muy gruesos y no le damos mucha importancia. Ni reclamaos otras miradas.

Pero vamos, que tienes razón, era una reflexión con un poco de onanismo mental....aunque los niños del cine español...¿Marcelino?, ¿Marisol?, ¿Joselito?, ¿Valentina?, ¿Chencho?...

Abrazos con pan y vino

César Bardés dijo...

Toda forma de arte está llena de estereotipos. Probablemente, cuando se estudie el cine que se hace ahora dentro de cincuenta años dentro de la forma de publicación cibernética que se estile, se dirá que el prototipo de la mujer fuerte, decidida, llena de problemas, con empuje y sin deberle nada al varón será un estereotipo de estos años y de estas décadas. Sinceramente, creo que estamos pisando un terreno muy resbaladizo. Por supuesto que un niño que ve a un tío degollado se acostumbra a verle, igual que tampoco se acostumbra un adulto, pero eso nos parece normal. El cine es drama, es acción y emoción. Si no se avanza y nos quedamos en los problemas de cada uno de los personajes que se trauman por las vivencias que nos exponen, la historia avanzaría muy poco a no ser que la película, en sí misma, esté centrada en ese trauma (y también de esto hay ejemplo para aburrir).
Evidentemente, me citas los niños del cine español...¿en serio nos los creemos en algún momento más allá del "Cría cuervos" de Saura o "El espíritu de la colmena" de Erice?
Abrazos escépticos.