miércoles, 15 de marzo de 2023

IMPACTO (1949), de Arthur Lubin

 

Todo parece ir bien en el matrimonio de Walter Williams hasta que las evidencias son acusadoras. Su mujer, siempre tan adorable y tan dispuesta, no le ama. Tanto es así que ha tejido toda una trama para eliminarle y quedarse con su dinero y con su amante. Sin embargo, el destino suele ser un caprichoso burlón y las cosas no salen como estaban previstas. Parece que Walter ha muerto, pero el amante ha desaparecido. Un accidente, las llamas, un terraplén demasiado acentuado…es mejor esconder la cabeza y olvidarse de que el mundo existe. Puede que la belleza se halle en unas manos engrasadas y el placer esté en apretar unas cuantas tuercas. Tal y como se hizo en una juventud que pasó rápidamente porque cabalgaba a lomos de la ambición. Luego ya vinieron los triunfos, los negocios bien cerrados, el lujo e Irene. Todo lo que un hombre puede desear. Lo malo es que también puede ser todo lo que otro hombre puede desear, por supuesto, con la colaboración de su esposa. El fuego puede haberlo destruido todo y se hace muy atractiva la idea de comenzar de nuevo arreglando cualquier motor de coche en una gasolinera perdida en un precioso y tranquilo pueblo de Idaho.

El pasado no llama a la puerta. No le hace falta. Quizá ha comprendido que se arrebató todo a Walter y que merece la oportunidad de ser feliz en otro lado, con otra mujer que destaca por su decisión y coraje. Puede que ése sea el problema. Con esa decisión y ese coraje, convencerá a Walter para volver y salvar a su maldita esposa, ahora encarcelada porque está acusada de un crimen que, en realidad, no ha cometido. Todo se embrolla porque, entonces, el acusado pasa a ser Walter. Menos mal que aún hay policías como el Teniente Quincy, capaces de robar un beso a la mujer más atractiva de la ciudad, utilizar la inteligencia como arma definitiva y tener la capacidad de resolver un enredo de muerte y engaño que parece no tener fin. Walter merece esa oportunidad. Aunque quizá no sea en Idaho.

Excelente película de serie B, con Brian Donlevy, Helen Walker, Ella Raines y, por encima de todos ellos, un maravilloso Charles Coburn en la piel del Teniente Quincy, aportando, más que humor, brillantez a cada una de sus acciones. Su profesionalidad y dedicación y sus tronchantes diálogos con su jefe inmediato hacen de él, con mucho, el personaje más atractivo de este título dirigido por Arthur Lubin, un realizador muy competente, responsable de una película como Pasos en la niebla y que vio acabada su carrera por culpa del uso y el abuso del alcohol. En cualquier caso, aquí, hace un trabajo excelente, construyendo la historia con paciencia y dejando que el espectador junte unas cuantas piezas que, en principio, parecen rozar la incongruencia. Eso, de todas formas, es bastante normal cuando hay alguna muerte de por medio. La incoherencia acaba traicionando a los culpables y siempre hay algún oído indiscreto que escucha lo que no debe o que da la pista definitiva para que el impacto se sienta en los causantes de la conspiración. Es la ley. Es la vida.

No hay comentarios: