martes, 30 de enero de 2024

BURLANDO LA LEY (1954), de Howard Koch y Edmond O´Brien

 

Barney Nolan está harto de que otros se lo lleven crudo y él tenga que estar trabajando para sacarse unos pocos dólares en comisaría. Su novia es un sueño de mujer y no va a permitir que tenga que enseñar las piernas como tabaquera en cualquier tugurio de mala muerte. Barney, en el fondo, no tiene ningún sueño de grandeza. Sólo quiere tener  suficiente dinero como para construir un futuro, vivir con tranquilidad al lado de la mujer  que ama y recibir, de vez en cuando, a algunos amigos para cenar y echar una partida de cartas. Son sueños de proletario, fáciles, pero inalcanzables para un modesto policía que tiene que arrodillarse en el fango, escarbar y extraer la mala hierba. La oportunidad está cuando Barney sabe que un corredor de apuestas que actúa como enlace para la Mafia, lleva una cierta cantidad de dinero encima. A ese tipo se le puede asaltar en un callejón, hacerle ver que se le lleva detenido y matarle. Es fácil, es limpio y puede ser muy rápido. El sueño, de repente, se halla a la vuelta de una esquina.

Mark Brewster es el compañero de Nolan. Ha sido su discípulo durante años y profesa una admiración por él que ha sido forjada por el tiempo y por la experiencia. Sabe que Barney merece la felicidad porque ha trabajado mucho, aunque ha tenido una cierta tendencia insana hacia la violencia, pero es un buen policía. Cuando se descubre el crimen, la espiral apunta hacia un plan cuidadosamente premeditado por Barney, pero Mark prefiere centrarse en los favores, en los días que han pasado juntos, en las enseñanzas que ha recibido, en tantos oscuros callejones en los que se han visto obligados a esperar a que salga el sospechoso de turno. No, no puede ser. Barney no puede haber hecho nada de eso.

Estupenda película independiente que sorprende porque en la dirección se encuentra el propio protagonista, Edmond O´Brien, acompañado del mítico guionista Howard Koch. Entre ambos, construyeron una película pequeña, pero irremediablemente interesante, con secuencias de acusada originalidad como el tiroteo en una piscina cubierta, y con una cuidadísima dirección de actores que hace que el propio O´Brien realice uno de los papeles más agresivos de su carrera, con una mirada hiriente durante todos y cada uno de los minutos que aparece en escena salvo en los que comparte con Maria English en el papel de su novia. Y no sólo eso, en la piel de su gran amigo, aparece un actor habitualmente tan limitado como John Agar que, sin embargo, está extraordinariamente afilado, buscando respuestas e intentando comprender las actitudes de su amigo. El resultado es una película ciertamente vibrante, de asumida modestia, pero de momentos de cierta brillantez.

Y es que no es fácil enterrar todas tus creencias con tal de tener una posibilidad para el día de mañana. Ese policía que decide cruzar todas las líneas rojas no hace más que exhalar un grito de auxilio, que se ahoga dentro de su obligación en el trabajo y hacia la ciudadanía, a la vez que clama por un poco de realización personal. Algo que se nos suele olvidar con bastante frecuencia cuando pensamos en cualquier servidor público. Y más aún si llevan un arma al cinto.

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