Una urgencia familiar de tipo doméstico me ha tenido ocupado todo el día y me ha sido imposible subir el artículo prometido para el día de hoy. Mis disculpas.
Demasiado
a menudo olvidamos que el fútbol es sólo un juego. Y que, como tal, la primera
obligación de todo el que lo practica es divertirse. Si todo se subordina a la
competición, a la victoria, al triunfo que, muchas veces, también lo
convertimos en personal, el juego pierde su esencia y su razón de ser. En
ocasiones, es mejor perder siempre que la sensación es que se ha hecho junto a
un grupo de amigos. Eso pasó con la Selección Nacional de Samoa Americana que,
durante más de diez años, fue considerado el peor equipo del mundo porque,
sencillamente, eran incapaces de marcar un gol mientras eran goleados con
resultados escandalosos.
Buscando una razón,
llega allí alguien que, en su día, estuvo cerca del éxito. Se trataba de un
holandés que, en su carrera profesional como jugador, militó en el Amsterdam y,
después, fue seducido por los cantos de sirena de la liga profesional de los
Estados Unidos a raíz del éxito que tuvo en su día el Cosmos de Nueva York, que
fichó a figuras de la talla de Pelé o Franz Beckenbauer. Harto de una vida que
le ponía siempre al borde del fracaso, cayó en desgracia y lo único que le
ofrecieron fue entrenar a esa selección de fútbol compuesta por unos cuantos
aficionados no profesionales que, de paso, tampoco sentían la magia del
deporte.
Con métodos inusuales y
con la certeza de que el fracaso iba a ser algo permanente en él, consiguió
hacer un equipo que tuviera cierto entusiasmo. Se convenció de que jugar al
fútbol, en realidad, era una reunión de buenas personas y que, lo de menos, era
el resultado. No consiguió nada más que marcar goles, pero la selección de
Samoa Americana abandonó el puesto 204 de los combinados nacionales mientras él
consiguió comprender unas cuantas cosas de la vida.
Sin dejar de visitar
los tópicos de una película de estas características y dirigiendo de una forma
realmente torpe las secuencias futbolísticas, Taika Waititi continúa con ese
estilo de sonrisa, algo socarrón, que se dedica a poner en ridículo muchas de las
costumbres y reacciones típicamente occidentales frente a circunstancias
desconocidas que dejarían perplejo a más de uno. Michael Fassbender se presta a
desplegar un repertorio de expresiones incómodas, haciendo ver que su personaje
es incapaz, incluso, de disfrutar de los tremendos paisajes que se le ofrecen
en una vida tranquila mientras busca desesperadamente fórmulas para salir del
agujero anímico en el que se encuentra. El resultado es una película amable,
sin demasiadas pretensiones, que se mueve fácilmente por el terreno de la
comedia y que, por el camino, ofrece una mirada sin forzar sobre el colectivo
transexual.
Y es que la vorágine de la adrenalina competitiva nos hace olvidar las sensaciones verdaderamente importantes. Algo así como lo que ocurre con la vida misma sólo que trasladada a un campo de juego con unas porterías. Esforzarse es noble. Llegar a competir es necesario. Compartir el balón con una serie de personas que también quieren hacerlo contigo es toda una experiencia. Sólo así es posible que llegue el triunfo en los equipos que están acostumbrados a perder de forma humillante. Y es que el deporte sí que puede canalizar una serie de frustraciones, de limitaciones afectivas, de desorientaciones permanentes que, en muchas ocasiones, se quedan enquistadas en el interior de todos nuestros objetivos. Quizá el secreto está en marcar simplemente un gol. Puede que no dé la victoria (o sí), puede que no sea importante, pero será la rúbrica indeleble de que el sudor y la verdad merecieron la pena.
2 comentarios:
Buenos días y Feliz año nuevo amigo,
Escuché hace nada sobre esta película una crítica corta pero seguramente certera : "La película es amable, aunque menos emotiva y graciosa de lo que pretende, pero lo que demuestra una vez más es que los no europeos no saben rodar el futbol, no entienden el deporte".
Yo añadiría también a los europeos en ese grupo (no hay tampoco ningún europeo que haya rodado bien un partido, creo). Quizá es que el futbol es el deporte menos cinematográfico del mundo. Sólo John Huston con "Evasión o Victoria" se acercó un poco a la esencia de nuestro deporte rey.
Lo que si conocía era un documental que vi hace mucho (he comprobado que es de 2014) y que estaba bastante bien sobre la "gesta" de Samoa Americana. No sé si estará en alguna plataforma, yo lo he encontrado con Google en una página de documentales, os adjunto el enlace.
https://www.documaniatv.com/deporte/el-peor-equipo-del-mundo-video_7e9d51978.html
Abrazos con todos los mejores deseos del mundo desde la sala VAR
Feliz Año Nuevo, Carpet.
Estoy bastante de acuerdo con esa crítica que cita, pero yo lo haría, como bien dices, más extensivo. En general, nadie sabe rodar bien un partido de fútbol. Quizá porque quieres que pasen unas cosas determinadas en el juego y, generalmente, no pasan. Y por eso, intentan coreografiarlas. Y queda más falso que un billete de siete euros. Como bien dices, sólo John Huston (que no es que supiera de fútbol, pero sabía de dirigir un huevo y parte del otro) se acercó lejanamente a saber rodar fútbol. Ninguna otra película se ha acercado. Me imagino que en cuanto se decidan a utilizar el CGI en esto, ya podremos ver los partidos soñados por los directores de cine.
Sabía de la exisencia del documental y, lo mismo me equivoco porque hablo de memoria, pero me parece que el propio Taika Waititi estuvo implicado en la realización del mismo, no sé si en producción o en cualquier otro área. Está muy curioso, sí.
Abrazos desde la grada, que es donde se disfrutan los partidos.
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