Hace
casi cuarenta años, un chaval que estaba haciendo el servicio militar sacó unas
entradas en el cine Avenida de Madrid para ir a ver la primera versión de El color púrpura con una chica. Quizá
quiso impresionarla con su buen gusto y su previsión yendo a sacar las entradas
por la mañana para que las butacas elegidas fueran la consabida fila doce,
centro. Hoy, ese mismo chaval ha vuelto a ir al cine a ver la segunda versión,
completamente solo. La chica va desapareciendo lentamente de aquel recuerdo
porque el cine hizo que él fuera consciente de que, más allá de las películas
buenas o malas, nunca le iba a engañar, ni a fallar, ni a reprochar
absolutamente nada.
Ahora, ese chavalín se
ha enfrentado con la versión musical de la novela de Alice Walker y se ha
encontrado con que, tal vez, al introducir canciones en la historia todo el
desarrollo narrativo es más precipitado, pero que, no obstante, se presta más
atención a la relación lésbica, en la que se fijaba de soslayo en la primera
versión, y en el hecho racial. Por otro lado, la música es tremendamente
rítmica, con muchísima vocación de quedarse adherida al oído y, por supuesto,
la emoción también está presente aunque expresada de forma totalmente distinta.
Puede que merezca la pena, aunque el muchacho piense que el trabajo de Steven
Spielberg en 1986 fuera superior en bastantes pasajes.
Y ese mismo chico no ha
podido dejar de emocionarse cuando ha descubierto la aparición especial de
Whoopi Goldberg que, prácticamente, pasa desapercibida. O que se ha conservado
aquella canción que tanto sonó en aquella época y que fue compuesta por Quincy
Jones y Rod Temperton con el título de Miss
Celie´s blues y tantísimas veces ha tarareado a lo largo de los años. De alguna
manera, ha sido un encuentro con ese imberbe que era entonces para darse cuenta
de que todo pasa, todo muere y que, aunque el cine sigue luchando por seguir,
él no es ni la mitad de la persona de la que soñó ser.
Buenas coreografías,
con una buena dirección de Blitz Bazawule, con un fuerte componente étnico, con
Louis Gossett Jr., aquel sargento implacable de Oficial y caballero, recordándonos que el tiempo no pasa en balde,
con la certeza de que Dios elige caminos muy misteriosos para hacer su voluntad…como
hacer que aquel chaval que fue al cine para conquistar a una chica no
consiguiera ganar su corazón con una película que lo estremecía hasta dejarlo
mendigando en el callejón de cualquier cariño.
Quizá Dios esté tratando de decirte algo y no te estés dando cuenta, zagal. Quizá aquello quedó suspendido en tu memoria para dejarte impresa una lección en la conciencia. Quizá esa película tuviera los mimbres necesarios para que estuvieras seguro de la suerte que has tenido toda la vida. Da lo mismo. Ahora vuelves a ella para volver a asegurarte de que la vida no fue tan mala, aunque no fue la que más deseabas. Cantas con esas voces negras que tanta envidia te dan cuando te pones bajo la ducha y tratas de que los pies no te bailen al ritmo cuando suena la música que más te agita. Sólo si me muero dejaré de escribirte. Querido Dios. Bastardas y maltratadores hay en todas partes. Hermana, has estado en mi pensamiento. La belleza se halla en el interior. Las maldiciones existen. Es hora de decir que no. Aunque sea de forma definitiva y nada sea igual a lo anterior. El tiempo y la imagen. Las lágrimas y la esperanza. Colores púrpura en un cielo que no volverá a repetirse. ¿Te has enterado, chaval?
2 comentarios:
Llevo siguiendo su blog un tiempo, debo felicitarlo. Comparto su cinefilia y hoy ha estado especialmente brillante. Homérico!
Pues muchas gracias. Y a mí que lo de homérico me suena más allá de los avatares que le pasan a un hombre tranquilo en Irlanda....
Un saludo.
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