miércoles, 21 de febrero de 2024

MADAME WEB (2023), de S.J. Clarkson

 

Debido a un viaje inaplazable, no habrá artículos ni jueves ni viernes. En compensación, las dos semanas siguientes serán completas, de lunes a viernes. Perdonad las molestias y no dejéis de ir al cine. Ése es el mejor viaje.

Es muy curioso que los fanáticos del universo Marvel hayan rechazado esta película por razones tan peregrinas como que las heroínas protagonistas apenas salgan con sus trajes de batalla. Eso es tan inteligente como decir que una película de James Bond no merece la pena porque no hay ni una sola secuencia en la que el agente secreto salga con su smoking. Tomando distancia y en aras de la realidad, la película tiene sus fallos y sus aciertos. Quizá no llegue al aprobado, pero no todo en ella es tan nauseabundo.

Entre las virtudes se puede destacar el carisma impresionante que desprende su protagonista, Dakota Johnson que podríamos comparar con una Monica Bellucci con la sensualidad rebajada. La señorita Johnson domina la escena con holgura, tiene aplomo y seguridad y rebosa estilo como esa conductora de ambulancia y paramédico que comienza a tener visiones extrañas de un futuro cercano. Por otro lado, la película contiene secuencias brillantemente resueltas como la del tren, en la que el personaje principal de Cassandra Webb comienza a ser consciente de su don y tiene a dominarlo aunque no totalmente.

Entre los defectos está la evidente falta de presupuesto con algunos grafismos cibernéticos bastante torpes, la espantosa dirección de S.J. Clarkson en la batalla final y el diseño algo sonrojante del villano que, como bien se conoce, cuanto mejor sea, a mayor altura brilla la película. También hay algún que otro agujero poco creíble como es el hecho de pasearse con un taxi robado por Nueva York durante la mitad de la historia sin que la policía llegue a molestar, ni siquiera una vez, a los continuos deambulares de esa jefa del grupo de futuras super-heroínas. El resultado es una película que también guarda otro defecto de mayor calado y es su larguísimo planteamiento que, prácticamente, ya coincide con su desenlace. Por otro lado y esto es algo que se debería tomar como virtud, no es sólo un ejercicio de fuegos artificiales continuos y eso, tal vez, es lo que más molesta a los seguidores de Marvel porque hay largas secuencias de diálogo y, claro, lo que se espera es mucha posturita, luchas a granel, efectos visuales, que los hay, a chorro y un cierto secretismo en la personalidad de las protagonistas.

No es tan mala como dicen. No es tan buena como merecería. Por lo demás, la película, además del nítido mensaje de empuje femenino, desliza un pensamiento a favor de los dones que todos guardamos con celo en algún lugar de nuestro interior y que, en realidad, define lo que somos y cómo lo somos, lo cual es bastante interesante. No faltan los personajes que no añaden nada y alguno que otro del que te gustaría saber algo más, pero esto ya es ponerse en plan criticón y no en plan crítico.

Más vale prevenir que curar, dice un viejo refrán. Y aquí parece que hay más de un punto de contacto con aquella otra Next, de Lee Tamahori, con una actriz que promete mucho, aunque aún le queda también mucho que demostrar. Lo mejor es relajarse, disfrutar de las claves adivinatorias, dejar de lado la faceta mística, pertrecharse contra la vigilancia exhaustiva que se ha establecido en todos los rincones de cualquier ciudad y tratar de usar toda la inteligencia para que este mundo sea un lugar un poco más habitable en unos tiempos de irritación y descontento. Eso lo saben muy bien los que trabajan en esos hospitales ambulantes sobre cuatro ruedas que toman el pulso a la urbe como si fueran ángeles de la guarda de una vida que cada día se vuelve un poco más ingrata. Si no hay nada mejor que hacer y te puedes creer los rincones del universo Marvel, ésta es una película menor, pero tampoco parece que pretenda ser otra cosa.

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