Es
bien sabido que el cine del director Todd Haynes se basa fundamentalmente en
describir una serie de situaciones aparentemente normales para ir descubriendo
al espectador paulatinamente la tremenda incomodidad que subyace en los
protagonistas. Así se puede apreciar en películas como Lejos del cielo o en Carol
o, incluso, en Aguas oscuras, su
película menos sentimental en la que cuenta los efectos insalubres del empleo
del teflón en utensilios de cocina. En esa línea se encuentra Secretos de un escándalo en la que narra
los esfuerzos de una actriz por estudiar de cerca al personaje que tiene que
interpretar.
Ese personaje, por
supuesto, es real y fue protagonista de un escándalo sonado unos cuantos años
atrás al relacionarse íntima y sentimentalmente con un niño de doce años
mientras ella tenía treinta y cinco. Todo empieza en la absoluta normalidad de
una barbacoa en la que la actriz es invitada y el entorno parece
fundamentalmente feliz. El american way
of life en su máxima expresión. La pareja, ya adultos los dos, parecen
encantados con su relación y la actriz, una famosa intérprete televisiva,
estudia sus modos y maneras para descubrir, naturalmente, que hay algo
enormemente turbio en esa relación que nació de forma antinatural. La basura
debajo del parterre. La dominación recubriendo la botella de cerveza.
Con Persona, de Ingmar Bergman como evidente
inspiración, aunque, desde luego, con menos profundidad, Haynes se fija, sobre
todo, en la actriz y en cómo va descubriendo la naturaleza de esa relación
extraña que se va a reflejar en el cine. Entrevista a otras personas que
estuvieron en la primera fila, visita a lugares esenciales…Y, en algún momento,
se lleva el Método de actuación hasta la exasperación porque ella llega a
excitarse en el local donde, supuestamente, se produjeron los encuentros
sexuales. De esa forma, Haynes contrapone a la actriz, atraída y repelida a
partes iguales, pero que desea fervientemente parecerse a la retratada, y la
mujer, que ejerce una relación de madre con su pareja, más malsana de lo que
pueda parecer, pero que se guarece detrás de una apariencia de normalidad.
Haynes, como siempre,
cuenta con la colaboración cercana de dos grandísimas actrices. Julianne Moore
hace un trabajo más meritorio del que pueda parecer porque, llegado determinado
momento, al director le interesa más bien poco su personaje y la deja en un
desarrollo incompleto. Lo contrario que Natalie Portman, que da otra muestra
más de su inmensa capacidad interpretativa, pasando de observadora a parte
principal, saltando de un registro a otro y siempre con la incomodidad a
cuestas. El resultado, a pesar de todo ello, es algo lánguido, suavizado con
una fotografía luminosa que hace que toda esta turbiedad de sentimientos no
demasiado aceptables parezca más liofilizada.
Y es que, a menudo, los sentimientos caen en el enredo del deseo y se confunden unos con otros. Y el deseo no tiene por qué ser sexual, aunque el sexo es el elemento esencial de un chantaje emocional llevado al extremo. El deseo puede ser, sencillamente, la sensación de poder sobre una situación en la que se manifiesta la superioridad a cada minuto, dando salida a todas las frustraciones y represiones. Ahí es donde la figura de la intérprete y de la mujer se confunde, una con otra, llegando a adquirir rasgos ajenos donde sólo debería haber la profesionalidad y la humildad natural. Algo muy difícil de hallar en unos tiempos en los que parece haber una imperiosa necesidad de vivir una vida que, sencillamente, no nos corresponde.
2 comentarios:
Bueno, a Todd Haynes siempre le ha gustado el melodrama y el rollo Douglas Sirk más que a un tonto un lapicero y aquí lo vuelve a demostrar y tal vez de ahí lo de los colores lánguidos de lo que hablas. Creo que la puesta en escena es junto al trabajo de las dos actrices lo mejor de la cinta. Sorprende sí que haya metido en el mejunje a Bergman desde luego de un modo muy superficial y desde luego el plano de las caras no podía faltar. El resultado es también sorprendentemente irregular, yo al menos esperaba más. Porque esa crítica al modo de vida de la clase media americana le ha salido mejor en otras ocasiones. Al final, todo parece quedarse en un duelo entre las dos divas a ver quién grita más y quién merece más la nominación (aunque las dos son tan grandes que lo aguantan todo, hasta eso).
Abrazos preparando la barbacoa
Bueno, al menos en "Lejos del cielo" se aproximaba un poco al color resaltado de los melodramas de Douglas Sirk. Aquí el tema está en que los colores son muy, muy tenues. A mí me parece una puesta en escena...pues normalita porque Haynes insiste en el "mágico mundo americano que tiene más mierda debajo que el felpudo de la entrada" y además te voy a decir algo. La película tiene su aquel los primeros cuarenta y cinco minutos, pero algo me chirría aunque creo que es bastante deliberado. La actriz que interpreta Natalie Portman se pone a interrogar a todos los que vivieron aquel escándalo y todos lo han aceptado con una sorprendente normalidad, no hay traumas, no hay nada. Incluso el dueño de la pajarería muestra el lugar de los encuentros sexuales y tan tranquilo. ¿Escándalo? Pues parece que ninguno porque todos aceptan que la pareja está ahí y que se llevan divinamente. El tema está en que efectivamente, debajo de esa aparente normalidad subyace una total anormalidad en la relación entre Julianne Moore y su pareja.
Por lo demás, sí, muy bien las dos, especialmente Portman, que se mueve a veces en terrenos algo fanganosos y lo solventa con seriedad y profesionalidad. Mejor ella que Moore.
Abrazos con más de una cerveza.
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