viernes, 1 de marzo de 2019

MAREA ROJA (1995), de Tony Scott

La vieja guardia militar y el moderno mando universitario se encuentran en el reducido espacio del U.S.S Alabama, un submarino nuclear de última generación destinado a las aguas del Pacífico más frío. El salto generacional está servido y las órdenes se repetirán…sólo hasta cierto punto. La tensión militar crece y se está al borde de una guerra por culpa de unos rebeldes rusos partidarios de socavar el poder mundial de los Estados Unidos. El conflicto estalla cuando se recibe un mensaje cifrado a medias que puede significar la orden de lanzamiento de misiles o la retirada. En el estamento militar, los razonamientos pueden sobrar. La prudencia es un signo de debilidad. Y, hay que reconocerlo, tal vez la mirada del veterano comandante hacia su segundo, no sea precisamente de comprensión. Recela de él…tal vez porque es más listo que él.
Cuando las órdenes pueden significar el holocausto nuclear, es lícito cuestionar esas órdenes. Los militares también son humanos. El deber no es una etiqueta que se cuelga al cuello, igual que las llaves del botón, para gritar que ante todo está él, con razón o sin ella. Y que los protocolos de ataque deben de ser llevados al extremo en una situación de emergencia. El personal del U.S.S. Alabama es competente, pero también muy leal al comandante de la nave y ese advenedizo de segundo oficial no es más que un petimetre de Harvard que no tiene las agallas suficientes como para cumplir las órdenes. ¿Es ése el enfoque que hay que dar al servicio en estado de alerta?
Todos ellos han sido entrenados. Para bien y para mal. Incluso la tropa dará un par de lecciones de profesionalidad y de trabajo bajo presión para que la razón impere. Y habrá que soportar un par de puñetazos cuando la rabia pueda al mando. La decisión de enviar un misil nuclear a cualquier objetivo no debe partir de un solo hombre. Y la marea roja debe evitarse a toda costa. Ante todo, y sobre todo, está la vida de millones de personas.

Denzel Washington realiza un trabajo admirable en la piel de ese segundo que cree que hay que estar en posesión de una seguridad completa para actuar en una orden de lanzamiento de misiles. Gene Hackman, sencillamente, demuestra lo enorme que siempre ha sido, con un dominio de miradas crueles, que traspasan, que ponen de manifiesto el peso del mando frente a un intento de motín, que describe cómo cada una de sus arrugas están curtidas en mil batallas anteriores. Por el camino habrá discusiones sobre cuál es el auténtico Estela Plateada, sobre la velocidad de hiperespacio ordenada por el Capitán Kirk de Star Trek, sobre el dominio de la tensión cuando la situación resulta ser desesperada y, también, del valor del sacrificio cuando se pone en riesgo la seguridad de la nave. Cuando se ve esta película, hay que endurecer las tripas y colocarse en medio de una discusión entre dos actores que son capaces de sonreír mientras, con los ojos, están lanzando sus propios misiles sobre el objetivo más cercano.

4 comentarios:

Alí Reyes dijo...

Excelente descripción mi hermano

César Bardés dijo...

Gracias. Es un privilegio.

Anónimo dijo...

Gran artículo.
Me encanta esta película y una escena en particular. Cuando, bajo una intensa lluvia, Gene Hackman da un discurso a la tripulación y, junto al señor Cob, define de manera maravillosa el Alabama con la banda sonora de Hans Zimmer de fondo. Brutal.
Por cierto, leí en una ocasión que esta era la banda sonora favorita de Zimmer para Steven Spielberg.

César Bardés dijo...

Gracias.
Es que es una escena especialmente bien dirigida. Sin duda, una de las mejores películas de Tony Scott.
Es posible que sea la banda sonora favorita de Zimmer para Spielberg, pero no me pega que alguna vez vayan a trabajar juntos.
Gracias de nuevo y un saludo.