jueves, 7 de noviembre de 2019

DOCTOR SUEÑO (2019), de Mike Flanagan




Tal vez tener un don sobrenatural no sea, precisamente, todo un regalo. También puede ser un instrumento de tortura de la moral, condenando su poseedor a, por ejemplo, repetir una y otra vez los traumas de la infancia. Saber canalizar ese don es lo más difícil. Dominarlo y, después, darle una salida positiva. Si no, todo puede acabar en un laberinto de odio, hachas y nieve, perdiéndose en las huellas que el destino va dejando.
Vuelve Danny Torrance y, con él, esa sensación de que se ve algo que los demás no pueden ver. Los fantasmas acuden una y otra vez al sueño y, por una vez, aquel niño que deambulaba con un triciclo por los pasillos de un hotel maldito, merezca un poco de paz. Basta con sentir el cariño desprendido de alguien a quien no se conoce. O la estabilidad escondida en una habitación que, de repente, parece un hogar. A partir de ahí, puede que el don sólo se manifieste en interminables conversaciones con alguien que siempre comprendió a Danny, o en unas solitarias palabras en una pizarra como reflejo de almas que buscan a sus iguales. Sin embargo, el dolor obligará a regresar a la cueva de la angustia y Danny, por última vez, tendrá que enfrentarse con aquellos espíritus a los que ha guardado cuidadosamente bajo llave.
Esa cualidad que resplandece también es el objeto de deseo de unos seres de tradición vampírica y, hoy en día, aún podemos ver cómo hay personas que absorben el aura de otros a través de palabras desmedidas, reclamaciones vehementemente injustas o dislates soltados para hacer evidente una posición dominante. Aún lo es más si nos acercamos al universo de Stephen King, poblado de seres de oscuridad y rabia, obsesionados con la vida y dispuestos a prolongarla a costa de inocentes. La conexión de los seres de luz es aún más poderosa y sólo necesitan de alguien que sepa unir las corrientes de energía contrarias. Y el campo de juego tendrá que ser necesariamente el nefasto Hotel Overlook.
Mike Flanagan no es Stanley Kubrick. Dista mucho de serlo. Durante algunos momentos de la película, se distrae, se confunde y se desvía, pero no cabe duda de que Doctor Sueño no es tan mala como pudiera llegarse a pensar. No es una obra maestra, o no es terror de marca, pero tiene instantes interesantes, interpretaciones medidas, suplantaciones nostálgicas, homenajes preclaros y el conjunto es, como mínimo, aceptable y, quizá, mucho más cercano a la mirada de Stephen King que a la de Kubrick. Se sufre, se disfruta en algunos trucos, se luce en algunos sustos  y se aleja mucho de esa sensación de permanente inquietud que sí se palpa en El resplandor. Tal vez, sólo haya que dejarse llevar, recordar todo aquello que esta película pretende que rememoremos y fijarse en los detalles para darse cuenta de que las recreaciones sean o no fieles.
Hay algo más allá de la vida, dice ese doctor que se preocupa de acompañar en el último sueño a un puñado de pacientes desahuciados. Así, es posible morir con una leve sonrisa, con un leve deseo de que todo termine porque siempre habrá un abrazo esperando al otro lado del portal. Redrum se murmura entre dientes. Y algo se remueve en el interior del espectador cuando alguien cojea con un hacha entre las manos. Es el resplandor que todo amante del cine no debería dejar de sentir nunca. 

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