El sheriff Benteen
tiene varias cuentas pendientes. Demasiados años siendo amigo de quien no
debía. La juventud fue rabiosa y luego vino la huida. Y al volver todo seguía
siendo igual y nada era lo mismo. Su amigo Cash cruzó el río y se pasó al otro
bando. Y, a partir de ahí, siempre hubo una especie de deuda de honor entre
ellos que consistía en perdonarse las posibles faltas. Claro que esas faltas no
debían ser mayores porque si no el asunto se podía desbocar, pero Benteen ha
decidido que ya ha tragado demasiado. Cash se ha hecho el dueño del tráfico de
drogas en la frontera y es el momento de pararle los pies de una vez por todas.
Por compartir, han llegado a estar enamorados de la misma mujer, pero Cash ya
es incapaz de sentir amor por nada, excepto por el dinero. Y, sin embargo, a
ese tipo de traje blanco y desdén en el mirar, le duele que sea precisamente su
amigo de la infancia el que lidere cualquier movimiento en su contra. Maldito
río, maldita frontera. Demasiado dinero en juego. Demasiados sentimientos.
Habrá que matarse entre sí y la traición aparece de forma tan imprevisible como
los escorpiones.
Al fondo, no muy a la
derecha, seis soldados de operaciones encubiertas hacen su aparición y Benteen
no sabe muy bien qué pintan en todo esto. Puede que estén a este lado del río o
que, simplemente, busquen su propio provecho. Por si acaso, la pistola tiene
que estar bien cargada y lista para disparar. El día se hace largo entre Texas
y México y el tequila no borra sensaciones. El sudor se palpa en el aire y la
matanza está por llegar. Quizá allí, donde el polvo blanco atraviesa pieles y
se respira como el aire, está la prueba de que los tiempos no han cambiado
tanto.
Walter Hill dirigió
esta película con guión de John Milius fijándose detenidamente en Sam
Peckinpah. La sombra de Grupo salvaje
está presente no sólo en las formas, sino también en los presentimientos y,
aunque se ha quedado un tanto antigua con una banda sonora de Jerry Goldsmith
que se sumerge en el empleo del sintetizador, aún se deja ver por la lógica
interna que guarda una situación que, en realidad, es totalmente ilógica. Nick
Nolte presta su rostro de granito al sheriff Benteen, María Conchita Alonso
convierte la palabra “tentación” en pura amargura, y Powers Boothe se muestra
absolutamente poderoso en cada una de sus apariciones. Al final, también habrá
despojos humanos asaltados por los buitres, la seguridad de que el traje blanco
no dejará de lucirse y el sentimiento de que, a pesar de todo, el sheriff
Benteen ha hecho lo que debía. Más allá de las traiciones, más allá de los
pactos secretos de un gobierno ensombrecido por llegar a acuerdos con el mismo
diablo, más allá de un amor que es incapaz de expresarse porque lo único que
quiere es la seguridad de que, al día siguiente, estará ahí, sin caer en las
tentaciones que ofrece el lujo del tráfico ilegal de drogas, está la traición
de una amistad que hace mucho, mucho tiempo que ya murió.
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