viernes, 4 de diciembre de 2020

LA VAQUILLA (1985), de Luis García Berlanga


El plan es sencillo. Cruzar las líneas enemigas y hacerse con la vaquilla que van a lidiar esos asquerosos de los nacionales en las fiestas del pueblo. Para eso no hay nada como llevar a un teniente peluquero, a un sargento de chuscas, a un rebotado del seminario de los curas, a un vecino del lugar enrolado en los republicanos y a un torero para que se haga cargo de la vaca. España amplia, sonrisa negra. Lo que pasa aquí, sólo puede pasar aquí. Disfrazados de nacionales, como debe ser, pero con dinero republicano. Hay que tener mucho temple para coger al cornúpeta y llevárselo delante de las narices de las tropas enemigas. Un baño sin calzoncillos y todos iguales. Y, por supuesto, el baile entre parejas, padre, que tampoco es que seamos unos salvajes aunque no dudemos en dar un par de tiros bien dados a esos rojos del demonio. Perdón, padre, perdón, pero es que esta España acabará devorada por los buitres en medio de la tierra de nadie. Es su destino y es lo que va a pasar.

Así que unos cuantos héroes de calceta van a pasar por unas cuantas vicisitudes si quieren traerse unos cuantos kilos de carne y hacer una buena barbacoa en medio del campo. El del pueblo, va a ver a la novia, que, ni que decir tiene, ya no quiere saber ni media de él aunque la libreta de ahorros mejor que se quede por aquí por si pasa algo. El peluquero va a tener que hacer un rasurado al comandante del puesto nacional, porque el poder de las navajas crea su adicción. El sargento sabe que el embolado es de aúpa. El rebotado seminarista va a ser quien saque las castañas del fuego en medio de una casa de lenocinio traída en directo desde Zaragoza para las fiestas. Y esto es un sindiós, se mire por donde se mire. Si hasta el torero va a tener que hacer una faena y ganarse un permiso a pesar de no ser de ese ejército. Las cosas, en España, siempre van al revés y de revés. Y si no, que se lo pregunten al marqués, que ha donado unos cuantos corderitos para la fiesta, aunque no sea así, y los infiltrados pues se ponen hasta el cimborrio de lechal y que le den por saco a la vaca. A España, desde luego, no la va a reconocer ni la madre que la parió.

Luis García Berlanga, rodeado de un reparto impresionante, supo poner de nuevo la sonrisa donde no la había, la parodia donde hay más que razones y la acidez en suelo árido. Y todos resultan dañados. Los de un bando, los del otro, los del medio y los del para adentro y que luego es tarde. País de paletos, de atrasados, de cortoplacistas y de abducidos que creen que los nacionales están todo el día con los sermones y que los rojos no hacen más que leerse a Stalin para pasar el rato. La vaquilla, al final, preferirá caerse muerta. Igual que España. Bien lo dijo alguien una vez. Los enemigos de España nunca están fuera de ella. Están dentro.

4 comentarios:

Alí Reyes dijo...

La guerra civil española todavía es un tema en el tapete ¿te acuerdas de los camiones llenos de lingotes de oro que fueron a parar a la URSS? ¿Y de la discusión acerca de exumaciones en el Valle de los Caídos?...El tema no se agota, pero lo peor es que la sorna tampoco.
Es loable que alguien trate de sacar una sonrisa de algo tan terrible. Lo felicito. Si al menos lo logra se lo agradeceré.
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En otro orden. Uno de mis relatos acaba de hacer Mención Honorífica en un concurso literario de Ecuador. Lo colgué en tigrero ¿Puedes pasar a verlo?

dexterzgz dijo...

Es muy delicado eso de hacer humor con las grandes tragedias. Tenemos el caso de Lubitsch o Wilder que no lo hicieron nada mal lidiando además con traumas incluso personales. En el otro extremo quizá esté el ejemplo de Benigni cuya fábula "La vida es bella" no contentó a todos.

Aquí me queda la duda de cómo hubiese sido este guión de haberse rodado en la época en la fue escrito. Sin duda, habría más requiebros para sortear el toro de la censura. Aunque el otro día que ponían en la tele "Plácido", volví a engancharme y a quedarme estupefacto por las cosas que ya por entonces nos contaba (y les colaba) don Luis.

Abrazos atrincherados

César Bardés dijo...

Creo,Alí, que va con el carácter español. Nos reímos de todo y de todos, aunque no sea oportuno, ni ayude nada. Es la historia de nuestro país. Somos Quijotes, sí, pero muy, muy ridículos en ocasiones.
En cuanto a la guerra...mi padre combatió en ella. Y tuve compañeros con los padres en iguales circunstancias. Hablando con ellos y con él, todos coincidían en lo mismo. "¡Olvidadlo!", me decían una y otra vez. Pero también estamos empeñados en abrir tumbas. Sé que es duro no saber dónde está un padre o un abuelo, pero, quizá,en esta ocasión, y sólo en esta ocasión, lo mejor es olvidarlo, porque eso no hace más que abrir viejas heridas y volvemos a empezar. Yo lo veo clarísimo. Otros, no tanto.
Por supuesto que paso a ver tu relato. Enhorabuena en todo caso. Eso no se consigue todos los días. Allá que voy.

César Bardés dijo...

Evidentemente, nunca hubieran dejado que se estrenase. Yo reconozco una cosa. Salvo la parte final, Berlanga tiene mucha gracia. Todo lo que describe es terriblemente divertido, y creo que nunca he usado el "terriblemente" con más propiedad. Al fin y al cabo, Berlanga no deja de hacer un humor fatalista porque no entra en si unos tienes razón y otros, no. Entra sólo en que, entre todos, van a matar la vaquilla. Y tiene más razón que un santo.
Y lo de "Plácido" es increíble, efectivamente. Lo del concubinato, además de gracioso a más no poder, tampoco comprendo cómo pasó la censura. Y si nos ponemos con "El verdugo" ya apaga y vámonos.
Abrazos subiendo las cuestas de Sos.