No se puede ver al
enemigo. Las arenas del desierto, calientes y secas, se convierten en el mejor
escondite posible para quien quiera confundirse entre las dunas. A veces,
incluso, parece que no es real, que no está ahí, que es sólo la imaginación
calenturienta de unos cuantos soldados desesperados que luchan por sobrevivir.
Sin embargo, las balas son reales. Se han llevado por delante al oficial al
mando y un simple sargento tiene que tomar la responsabilidad. Las sombras se
ciernen sobre esa patrulla que va perdiendo todas las posibilidades de
sobrevivir. Quizá sólo quepa la honra de morir matando, pero es muy, muy
difícil acabar con un enemigo que sólo se presiente. Los hombres van cayendo.
La moral se arrastra. Y el desierto, con sus manos de fuego, parece apretar con
su calor en el cuello de unos desgraciados al borde del abismo.
En Mesopotamia sólo hay
aridez por conquistar. Incluso la noche parece ahogar en su propia frialdad. No
hay murmullos entre los hombres. Sólo la mirada buscando algo a lo que apuntar.
Las bajas se suceden, una a una. Nunca es un ataque masivo. Son misiones
aisladas que buscan acabar con la vida y quebrantar la moral. Los espacios
abiertos del desierto nunca han resultado tan claustrofóbicos, tan agobiantes,
tan agresivos. El fanatismo no hace más que agravar los problemas. La última
ráfaga de ametralladora será también un lamento en la piel de un tipo que se
niega a rendirse. Al final, sólo el viento removerá el polvo sobre las ondas
imposibles de la arena y el silencio se hará de nuevo en un oasis remoto en
medio de ninguna parte. La sangre teñirá de rojo al marrón claro y sólo queda
morir.
A pesar del tiempo
transcurrido y de los lógicos cambios de mentalidad, La patrulla perdida sigue siendo una buena película del John Ford
más temprano. Las interpretaciones de Victor McLaglen y de Boris Karloff son
potentes y, en algunos tramos, muy actuales. El ritmo se resiente, pero la
sensación de agobio bajo el calor y de estar rodeados de un enemigo invisible
es real y creíble. Hace muchos, muchos años, el primer programa del mítico Sábado Cine, de Televisión Española,
presentado por Manuel Martín Ferrand, estuvo dedicado a esta película y fue
memorable asistir a esa trepidante historia de soledad y de gloria en la derrota.
Los silencios eran inaguantables y sólo se deseaba que esa patrulla pudiera
salir de la encerrona del oasis de alguna manera. John Ford se encargó de
impedir cualquier retirada, de poner a sus protagonistas en la situación límite
de la supervivencia sin víveres, sin transporte y con apenas unos cuantos
fusiles con la incertidumbre de no saber cuándo atacaría el enemigo fantasma.
La responsabilidad de seguir adelante con vida está por encima de la propia
historia. Y la ayuda nunca va a llegar del cielo. Así llegamos a tocar con los
dedos la cercanía de una obra que casi se antoja maestra porque ha habido
múltiples versiones de la misma sin llegar a las alturas del tuerto genial.
2 comentarios:
¿En qué momento histórico está ubicada esta película?
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Me gustó tu comentario de BUS STOP. Quiero verla porque dices que es la mejor actuación de La Monroe
1917, campaña británica de reconquista de sus colonias en África durante la Primera Guerra Mundial.
En cuanto a la de la Monroe, para mí no hay ninguna duda. Dramáticamente, da lo mejor de sí.
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