viernes, 12 de marzo de 2021

COMO UÑA Y CARNE (1993), de Steve Kloves

 

Quizá las inmensas planicies, repletas de trigo y maíz, de algún lugar perdido del medio Oeste, sean los mejores lugares para olvidar algo que es imposible de arrinconar en la memoria. Puede que la rutina, el día a día lento y seguro, con sus monedas, sus máquinas y sus lugares de mala muerte en medio de la carretera, se convierta en la distracción ideal para que esa estrella de la cabeza se esconda y no vuelva a aparecer. Sin embargo, una mujer lo cambia todo. Tal vez porque está buscando una felicidad que merece desde el mismo momento en que nació. O puede que, sencillamente, no haya dado con el hombre adecuado. Sale de un pastel y todo comienza a derramarse. Las máquinas de discos ya no suenan igual porque ella es la más guapa del local, los moteles sórdidos de asfalto ruidoso y neón comienzan a ser lugares especiales, donde se dibuja la complicidad que ha estado ausente durante toda la vida. Todo se descoloca. La rutina ya no existe. Y para completar el desastre, aparecen los fantasmas.

Lo más terrible de todo es que esos espectros son reales. Tienen una mendaz mirada que esconde la falta de escrúpulos. No les gusta dejar cabos sueltos. El horizonte, para ellos, es el siguiente lugar donde morder un trozo de vida ajena. Y esta vez vienen para llevarse todo lo que descoloca que, en definitiva, es todo lo que se ama. Aunque el silencio siga presente. Aunque el secreto no se desvele. Hay cosas que no deben decirse. Y ésta es una de ellas. Porque aquella noche se acabó con algo más que con un hogar.

Desde la tragedia a pequeños apuntes de comedia, el director Steve Kloves, que ya había dado un aviso con Los fabulosos Baker Boys, no deja nunca de moverse entre los límites de la sobriedad, con un excelente reparto que transmite tensión y pensamiento encabezado por Dennis Quaid, Meg Ryan, una inusual Gwyneth Paltrow y un maravilloso James Caan, capaz de hacer pasar una sombra fugaz por su rostro en cada una de sus miradas, intentando controlar una situación sobre la que ha pasado tiempo y, sobre todo, con la que se han deshecho muchos lazos. La película es cálida a tramos y muy seca en otros y, probablemente, eso es lo que hizo que pasara sin pena ni gloria en su día, ignorantes del complejo entramado de sentimientos que exhiben los personajes entre el viento desnudo del medio Oeste.

Puede que, en el fondo, el precio a pagar sea no tener una casa, una familia, ni nada estable, salvo un trabajo que no exige demasiadas preocupaciones. Incluso se pueden perdonar ciertas faltas cuando los pocos amigos también fallan. Lo que es difícil es coger un camino de ida cuando todo lo que quieres se confunde con el paisaje y se pierde en la búsqueda de alguna moneda azul. Es mejor no mirar atrás. Es posible que lo único que se consiga es dar la vuelta y eso significaría caer en la tentación de contar lo que debe permanecer siempre en el silencio.

No hay comentarios: