martes, 23 de marzo de 2021

EL EFECTO ZERO (1998), de Jake Kasdan


Puede que el hecho de que un detective privado sea un sociópata recalcitrante sea algo relativamente normal. Al fin y al cabo, es un oficio en el que se ve llover demasiadas cosas feas, sórdidas e impensables. Si echamos una mirada a la literatura, podemos concluir que Sherlock Holmes tenía algo de sociópata. Pero, en este caso, estamos delante de un tipo que ni siquiera ve a sus clientes porque los rechaza físicamente. Igual que rechaza al resto del mundo. Quizá haya algo psicosomático en todo ello. Lo cierto es que eso le proporciona una ventaja extraordinaria y es que no se implica emocionalmente con ninguno de los casos que investiga porque no conoce a nadie que tenga que ver con ello. De eso se encarga un individuo que asume su presencia física y hace los recados. Es un tipo eficiente que, de vez en cuando, se vuelve loco con las excentricidades de su jefe. El caso es que Daryl Zero es un tipo de cuidado. Más que nada porque tiene verdadero pánico a traspasar las cuatro paredes que le cercan.

En esta ocasión, el caso es un chantaje a un magnate. Todo rutina. Sin embargo, hay algo que llama poderosamente la atención de Daryl Zero y es el hecho de que el millonario no dice por qué le hacen chantaje. Sólo quiere encontrar a los responsables y que la ley se haga cargo de ellos. Algo extraño. Steve Arlo, su ayudante, va a tener que emplearse a fondo porque esto, damas y caballeros, está más cerca de la novela negra que del salón de té. Y, por supuesto, el detective Zero va a tener que salir y mostrar algo de empatía por el problema. Todo un desafío para un individuo que no quiere tener nada que ver con el resto de la sociedad.

Esta desconocida película merece mucho la pena. Es original en sus planteamientos y, aunque tradicionalmente estamos acostumbrados a ver un Bill Pullman blando y sin demasiado carácter, es probable que aquí haga el mejor trabajo de su carrera. Sorprendentemente, el ayudante es Ben Stiller, muy lejos de sus astracanadas aunque sí se encarga de poner un par de notas de humor en las idas y venidas de ese ayudante que trata de hacer el trabajo físico que Daryl Zero no quiere o no puede llevar a cabo. También es, quizá, la mejor película del director Jake Kasdan que siempre se ha movido a años-luz de lo que consiguió su padre, Lawrence Kasdan, y que, en esta ocasión, parecía mostrar que algún gen se había conservado en la transmisión biológica. En cualquier caso, es una historia notable almacenada en el cajón de las más olvidadas y, tal vez, no merece tal destino.

Y no hay que dejar de escuchar ese discurso que el detective coloca sobre los mejores métodos de deducción y supervivencia. Puede que, en ocasiones, los que han renunciado a tratarse con el resto de la Humanidad tengan también un par de lecciones interesantes que dar. El efecto cero, a veces, es algo más que la neutralidad y el aislamiento.

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