Puede que el hecho de
que un detective privado sea un sociópata recalcitrante sea algo relativamente
normal. Al fin y al cabo, es un oficio en el que se ve llover demasiadas cosas
feas, sórdidas e impensables. Si echamos una mirada a la literatura, podemos
concluir que Sherlock Holmes tenía algo de sociópata. Pero, en este caso,
estamos delante de un tipo que ni siquiera ve a sus clientes porque los rechaza
físicamente. Igual que rechaza al resto del mundo. Quizá haya algo
psicosomático en todo ello. Lo cierto es que eso le proporciona una ventaja
extraordinaria y es que no se implica emocionalmente con ninguno de los casos
que investiga porque no conoce a nadie que tenga que ver con ello. De eso se
encarga un individuo que asume su presencia física y hace los recados. Es un
tipo eficiente que, de vez en cuando, se vuelve loco con las excentricidades de
su jefe. El caso es que Daryl Zero es un tipo de cuidado. Más que nada porque
tiene verdadero pánico a traspasar las cuatro paredes que le cercan.
En esta ocasión, el
caso es un chantaje a un magnate. Todo rutina. Sin embargo, hay algo que llama
poderosamente la atención de Daryl Zero y es el hecho de que el millonario no
dice por qué le hacen chantaje. Sólo quiere encontrar a los responsables y que
la ley se haga cargo de ellos. Algo extraño. Steve Arlo, su ayudante, va a
tener que emplearse a fondo porque esto, damas y caballeros, está más cerca de
la novela negra que del salón de té. Y, por supuesto, el detective Zero va a
tener que salir y mostrar algo de empatía por el problema. Todo un desafío para
un individuo que no quiere tener nada que ver con el resto de la sociedad.
Esta desconocida
película merece mucho la pena. Es original en sus planteamientos y, aunque
tradicionalmente estamos acostumbrados a ver un Bill Pullman blando y sin
demasiado carácter, es probable que aquí haga el mejor trabajo de su carrera.
Sorprendentemente, el ayudante es Ben Stiller, muy lejos de sus astracanadas
aunque sí se encarga de poner un par de notas de humor en las idas y venidas de
ese ayudante que trata de hacer el trabajo físico que Daryl Zero no quiere o no
puede llevar a cabo. También es, quizá, la mejor película del director Jake
Kasdan que siempre se ha movido a años-luz de lo que consiguió su padre, Lawrence
Kasdan, y que, en esta ocasión, parecía mostrar que algún gen se había
conservado en la transmisión biológica. En cualquier caso, es una historia
notable almacenada en el cajón de las más olvidadas y, tal vez, no merece tal
destino.
Y no hay que dejar de
escuchar ese discurso que el detective coloca sobre los mejores métodos de
deducción y supervivencia. Puede que, en ocasiones, los que han renunciado a
tratarse con el resto de la Humanidad tengan también un par de lecciones
interesantes que dar. El efecto cero, a veces, es algo más que la neutralidad y
el aislamiento.
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