martes, 2 de marzo de 2021

EL JUICIO DE LOS 7 DE CHICAGO (2019), de Aaron Sorkin

 

Hubo un tiempo en que el mundo sabía que la incitación a la violencia era un enemigo de cualquier democracia, y que no era precisamente la mejor solución para mejorarla. En un país confuso, desorientado por una guerra que se libraba a miles de kilómetros, en plena lucha por los derechos civiles y que veía, impotente, cómo se acababa con los líderes que llevaban adelante las causas más justas, comenzaron a entremezclarse los diferentes conceptos que realmente importaban. Puede que los más activistas no fueran lo más culpables. Puede que los más listos fueran los que se refugiaban en un acogedor silencio que les convertía en cobardes. Puede que la administración de justicia distara mucho de ser ecuánime. Y, aún así, desde la movilización pacífica, diciendo verdades, espetando realidades que dolían, se conseguía el avance.

Por eso, fue tan importante el proceso a los siete de Chicago. Puede que tuvieran o no razón, pero se les acusaba de conspiración cuando, en realidad, no eran más que la expresión evidente de que la gente quería moverse en determinada dirección. Y la todopoderosa maquinaria del Estado se negaba a cambiar su posición porque eso no era más que un signo de debilidad cuando, también, lo era de justicia. Algunos de ellos, merecían la pena; otros, estaban destinados a introducirse en los resquicios de la siempre traicionera política; y aún otros, usaban el vitriolo para dejar en vergüenza las carencias del sistema. Todos los sistemas tienen carencias. Y es de necios pensar lo contrario. Cualquier democracia, incluso la más perfecta que se nos pueda ocurrir, es mejorable. Y tratar de hacer que sea más perfecta y más plena es la obligación de cualquier ciudadano que quiera pronunciar libremente la palabra libertad.

Aaron Sorkin nos presente este universo convulso, donde la libertad de expresión es vigilada y donde lo inconveniente es el límite. El derecho de cualquiera termina cuando empieza la libertad del de al lado. Si esto no se asimila, entonces ya no se tienen derechos, comienza la sinrazón, la aparición de la despreciable violencia, la terrible rutina de la manipulación. En algunos pasajes, la película resulta brillante, con un ritmo excepcional, manejando una triple acción paralela que no coincide en el tiempo y, sin embargo, también se recorren algunos trechos flojos, que merecen algo más de énfasis, por mucho que, sin lugar a dudas, se intente apelar a la emoción sin recato. Cualquier vida es digna de ser defendida, cualquier ciudadano tiene la obligación de defender sus derechos y hacerlo dentro de la legitimidad.

En cuanto al reparto, resulta difícil escoger a los más destacables. No hay un protagonista claro, pero es evidente que Mark Rylance, como el combativo e imaginativo abogado, Eddie Redmayne como el futuro Senador Tom Hayden e ínclito marido de Jane Fonda, Sacha Baron Cohen como el activista más vitriólico y preclaro de todos los acusados, Frank Langella como el juez más anárquico de la historia del cine y la breve aparición de Michael Keaton en lo que es un auténtico modelo de declaración, elevan la película muy por encima de lo que suele ser habitual, siempre poniendo el acento en la conveniencia política, en el cálculo electoral, en el irritante retorcimiento de las palabras de exaltación de los líderes que están intelectual, cultural y moralmente muy lejos de otros que tenemos mucho más cercanos. La democracia, siempre prostituida y maltratada por los que hacen de ella algo sucio y sin demasiado valor, debe prevaler por encima de cualquier otra consideración. Y el que lo niegue o aliente actitudes que vayan en contra de ella, no es más que otro carnicero deseando usar el cuchillo.

7 comentarios:

dexterzgz dijo...

Una película muy Sorkin a la que yo creo que le falta algo para ser redonda. Desde luego el reparto es una garantía, aunque creo que lo del niño Torres empieza a ser preocupante (cada vez me queda más claro que el Oscar se lo dio el personaje más que la interpretación en sí). No te digo que no la vuelva a ver de aquí a no mucho porque he pensado bastante en ella al hilo de noticias y acontecimientos que se han producido recientemente.

Me da que en los Oscars esta rasca algo.

Abrazos desde el banquillo

César Bardés dijo...

Es cierto, a la película le falta algo y no sé muy bien el qué. Sin embargo, es de lo más recomendable y también es cierto que te deja ahí con el pensamiento inquieto. En cuanto al niño Torres...pues mira, a mí no me parece que lo haga tan mal porque tiene que hacerse cargo de un papel bastante ingrato. Tom Hayden, al fin y al cabo, es el listo del grupo y no acaba de ser el más valiente. Es un personaje con muchas aristas que yo creo que saca de forma bastante inteligente. Recordemos, en cualquier caso, que el proceso no es un tema de libertad de expresión, sino de conspiración y de la aparición de un juez que es más que discutible. Es verdad, la película te viene a decir que buscaron la triquiñuela legal para poder acusarles...y todo lo que está ocurriendo aquí es una añagaza desestabilizadora que preocupa mucho, porque los que se han buscado la añagaza, en esta ocasión, es el populacho.
Es posible que rasque algo, sí. Me temo que Sorkin se llevará el guión.
Abrazos con el mazo dando.

carpet_wally@gmail.com dijo...

A mi también me pareció una estupenda película, con un guion muy currado en los diálogos (muy Sorkin), muy bien interpretada (para mi lo de Baron-Cohen supone una sorpresa en ese sentido) y con un ritmo muy bien llevado, a veces trepidante y otras pausado.

Quizá efectivamente le falta algo para ser redonda, tal vez ese juez tan descaradamente parcial. A veces parece recalcar demasiado quienes son los buenos y quienes los malos, pese a ese ayudante de fiscal (Gordon-Hewitt) que es integro pese a todo.

Y en cuanto a la comparación con lo de ahora, creo que estamos a años luz. Los "conspiradores" de entonces eran personas comprometidas, inteligentes y muy cultas. Los rebeldes de ahora...ejem. Y el "artista" al que se defiende dudo que pudiera mantener una conversación medianamente de provecho con alguien, ni siquiera para él.

Y también me gustó Redmayne, mucho menos Hawking y bastante más Marius de "Los miserables".

Abrazos leyendo la lista de caidos.

César Bardés dijo...

Hay que reconocer que Baron Cohen lo hace muy bien, pero que también es el personaje con las mejores líneas. Aún así, lo saca con sobresaliente, justo es reconocerlo.
Es muy interesante el papel del ayudante del fiscal, me parece un personaje al que se debía de haber explotado, tal vez, un poco más.
Y en cuanto a la comparación con los sucesos de ahora, no puedo estar más de acuerdo. Aún me asombra que haya gente que se deje arrastrar por una operación propagandística que viene de lejos y que sólo busca lo que busca.
Abrazos de pie.

dexterzgz dijo...

Debo matizar que estos días me he acordado de la película, más que nada por una simple asociación de ideas. En absoluto, creo que se dé el mismo contexto, ni que las motivaciones sean las mismas a uno y a otro lado del charco.

Abrazos preparando la defensa

carpet_wally@gmail.com dijo...

Lo tengo (diría sin temor a equivocarme que lo tenemos) claro, Dex. Y es una asociación de ideas bien traída, porque tristemente alguno creerá que estamos en situaciones asimilables. Pero eso es un problema de contexto y de reflexión que muchos hacemos y unos cuantos (quizá incluso la mayoría) no hace.

De hecho, en la película, el tema de la violencia se les escapa de las manos y es condenada por todos incluso por los que participan en ella porque es una reacción personal incontrolable ante lo que consideran un atropello. Aun así reniegan y lo intentan ocultar y les reconcome (que bonito verbo).

La "causa justa" (para algunos) y el "vale todo". Muchos de nosotros hemos aprendido a distinguir, o al menos creemos haberlo hecho, entre lo que es justo para casi todos y lo que se puede usar para conseguirlo. Y no poca de esa enseñanza se la debemos al cine.

Por ejemplo, el ansia de venganza ante un acto cruel se nos ha vendido como espectáculo en los últimos tiempos, pero de siempre había sido algo que hacía tanto daño al vengador como al causante. Lo de "el fin justifica los medios" era un anatema que señalaba en negativo al que lo proponía.

Pero yo debo ser muy infantil y poco evolucionado porque nunca llegué a entender que se admirara mas al malo y eso desde hace unos años parece que es moda.

Abrazos discursivos





César Bardés dijo...

Creo que esa matización es importante, Dex, entre otras cosas porque también pienso que los tres lo tenemos bastante claro. No dudéis de que, de aquí a no mucho tiempo, habrá algún cineasta oportunista que sacará partido de lo que ha pasado y está pasando y el punto de vista estará total y absolutamente equivocado. El oportunismo es uno de los grandes males del cine español y lo peor de todo es que habrá muchos que pecarán con el silencio, a pesar de que lo tienen tan claro como nosotros.
Además, no han dudado en juntar churras con merinas ya desde el mismo momento en que se han iniciado las protestas. Y, luego, que vengan a defenderme a cierto partido, que sólo busca el bien común y zarandajas de este tipo para gente que, digo yo, debe ser más ingenua de lo que pensamos.
La generación más preparada de la historia puede que también sea la más decepcionante.
Abrazos serenos.