Hubo un tiempo en que
los hombres iban a la guerra por una simple cuestión de religión. La Iglesia,
de cualquier signo, no contribuyó demasiado a la paz y el conflicto se extendió
en el tiempo, con facciones enfrentadas, con intereses provisionales sostenidos
durante sólo unos meses y siempre con la crueldad como principal argumento. Eso
es lo que ocurre en un valle recóndito de Centroeuropa. Hasta allí parece no
haber llegado el conflicto y la epidemia de peste se mantiene fuera de sus límites.
Es como si el paraíso todavía tuviera un rincón. Hasta allí llega Vogel, un
maestro de universidad que huye del hambre y de la enfermedad y que sólo tiene
su inteligencia para comerciar. A lo mejor puede enseñar a leer a alguien a
cambio de un mendrugo de pan diario, o puede que consiga alojamiento por contar
una historia que, en aquellos lares, nadie ha oído antes. Sin embargo, una
patrulla llega hasta allí. Comanda un capitán que parece dotado para la
ambigüedad y que mata sin reparo. Por supuesto, se da cuenta de que ese pueblo
y ese valle no abundan en días de escasez y miseria así que decide quedarse a
pasar el invierno. Vogel lleva las negociaciones porque los poderes fácticos se
muestran muy inquietos. Ya se sabe, quien ostenta el poder político y el poder
religioso no acepta de buen grado la fuerza que quita todo atisbo de autoridad.
El Capitán es también
un hombre inteligente a su manera. Guerrea, pero no cree. Sabe que la culpa de
todo la ha tenido el ansia de poder de la Iglesia, sea protestante o católica,
y que a él sólo le queda ir matando a todo el que encuentre de un sitio a otro,
sin más enseña que su espada y sin más ambición que mantener el mando. De
alguna manera, sabe que, quedándose en el valle, puede que llegue la paz a su
espíritu porque allí está todo lo que un hombre puede desear. Hay comida. Hay
techo. Hay verde. Hay tranquilidad. Hay salud. Hay mujeres que, incluso, pueden
sentir algo por él. La tentación de dejar las armas y convertirse en un
campesino está muy cerca, pero no le van a dejar quedarse así como así en ese
pueblo. El Alcalde y el cura no están muy de acuerdo. Prefieren que la guerra
continúe si la paz sigue en el pueblo. Y aún hay otro problema y es, por
supuesto, el de la brujería. Tal vez, allí, en el último valle no haya lugar
para la humanidad.
James Clavell dirigió esta excelente película con buen pulso y con un estupendo trabajo de Michael Caine y Omar Sharif en los papeles principales y con una extraordinaria banda sonora de John Barry. En su historia, caben la razón y la espada y los tiempos de la Edad Media en los que no había sitio para la comprensión y el diálogo. Sólo el fanatismo, religioso, político, de poder, de satanismo, de lo que sea, era aceptado como algo normal. Es preferible que el mundo se mate durante treinta años a que el bienestar de una pequeña aldea se vea amenazado por unos cuantos brutos sin alma. Eso lo sabe cualquiera porque el ser humano se deja convencer por su propio egoísmo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario