viernes, 3 de junio de 2022

K-PAX (2001), de Iain Softley

 

Vivir entre sueños puede ser un estado ideal para la mente. Y creerse los sueños de los demás también puede ser un remanso de paz para un psiquiatra que debe tratar con las paranoias y las esquizofrenias agudas de un buen puñado de pacientes. Ese individuo, que se hace llamar Prot, dice que es un extraterrestre que vino montado en un rayo de luz a la Tierra. Evidentemente, es un loco que ha olvidado todo lo que fue antes, pero contesta con tal seguridad, hay una falta absoluta de vacilación en todas sus respuestas, está tan seguro de lo que dice, que llega a sembrar la duda en aquel que se atreve a acercarse. Ha operado un cambio en todos sus compañeros de sala. De alguna manera, les ha otorgado una ilusión, un anhelo del que carecían. Su mirada siempre es inquisitiva debajo de esas gafas de sol que esconden mucho más de lo que ven. Y suelta, de vez en cuando, alguna frase que no hace más que despertar el pensamiento. No viene de ninguna parte y anuncia que volverá a su casa montado en otro rayo de luz. Como si fuera un tren a través del espacio. Incluso el individuo tiene unos conocimientos científicos que no son normales. Sabe cosas que muy pocos saben. Tal vez, sólo tal vez, K-Pax, su planeta de origen, exista.

Sin embargo, el psiquiatra no se rinde. Debe buscar de dónde viene esta ocultación psicopática de la personalidad hasta los límites de creerse, de verdad, un ser de otro mundo. A lo mejor, la vida no ha sido demasiado amable con ese hombre que dice llamarse Prot. Puede que, en algún momento, lo perdiera todo y no encontrara más refugio que irse a las estrellas. Puede que el dolor fuera tan intenso, tan insoportable que aún no ha bajado de ellas. Puede que Prot, en el fondo, sea más humano que los seres humanos. Y que tenga muy poco de loco y mucho de sabio. En un mundo como este, es lógico que le tomen por loco.

Interesante película sobre las cosas que realmente importan en la vida con interpretaciones magistrales de Jeff Bridges y, sobre todo, de Kevin Spacey, ese actor que siempre se mueve al filo de la ambigüedad y que resulta creíble y transparente. Incomprensiblemente, cuando se estrenó, fue un fracaso sin paliativos. Tal vez porque es una historia amable dentro de la tragedia, porque otorga esperanza en un mundo que carece completamente de ella, porque da en muchos lugares del corazón y reconocerlo es de gente demasiado blanda que se niega a tomar un rayo de luz para volver a casa.

Así que, tal y como está planteada, el dilema no es si Prot es verdaderamente un extraterrestre o no, sino si hay que creer en lo que dice porque, en el fondo, es un compendio de humanidad y de comprensión que sólo mostrará sus grietas en el estado de la inconsciencia. Puede que, a través de la mayor de las crueldades, Prot se sumergiera en las aguas frías y oscuras de un río para resurgir y aportar algo a la vida que, cada día, se vuelve más malvada, más vil y más inhóspita.

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