martes, 14 de junio de 2022

LA IMPETUOSA (Pat and Mike) (1952), de George Cukor

 

-. Túmbate.

-. ¿Boca arriba o qué?

-. Con el qué hacia arriba.

Y es que Pat tiene un enorme problema para poder practicar deporte de forma profesional. No soporta las miradas de Collier, su novio. No es que no sea agradable. Es que, sencillamente, ella intuye que no hay confianza en esa mirada. No hay confianza plena, excepcional, incondicional. Parece como si, de alguna manera, Collier la censurara por intentar destacar en algo que a ella le encanta como el deporte y, por otro, la conminara a triunfar porque así podrá presumir delante de todas sus amistades. Pat es una maravillosa tenista y una golfista aún mejor. Pero se deshace en nervios e imprecisiones cuando Collier está delante. Necesita a un hombre de verdad, que confíe en ella hasta el último instante, con el que mantenga una relación de complicidad, que sea la mitad que ella deja fuera de la cancha o del green. Ya se sabe. Alguien a quien se le pueda deber todo, a quien ella pertenezca y que la mantenga muy lejos de la alcantarilla como vivienda usual.

Lástima que ese tipo sea alguien como Mike. Un jugador de ventaja, que no duda en llegar a acuerdos con gente de muy baja calaña para mantener su deseo de lanzar a un boxeador hacia el campeonato del mundo de los pesos pesados, de maravillar a todos con una deportista de alto calibre y de emocionar a medio hipódromo con una yegua pura sangre. Sueños sencillos que demandan mucha dedicación. Mike está dispuesto a llegar hasta el final con los tres, sin trampas, sin tongos, sin engaños. Pat no se lo merece y él lo sabe. Ya la tentó y no dio resultado. Aquí, juego limpio. Y si no, un swing y hoyo en uno.

George Cukor pone en juego su maestría para esta comedia deportiva con Spencer Tracy y Katharine Hepburn traspasando toda la pantalla con su química comprobada. En realidad, la historia es algo corta y simple, sin complicaciones, pero ellos llenan todos los huecos con su ritmo, con su experiencia en la comedia, con chistes y réplicas ingeniosas y con el qué hacia arriba. Punto, set y partido para ellos. Eran insuperables.

Bien es cierto que el final resulta precipitado e, incluso, inesperado por la premura y que no hay demasiado desarrollo del resto de personajes, trazados con líneas gruesas y muy básicas (por ahí aparece un jovencísimo Charles Bronson), pero la película se deja ver con agrado, con una auténtica exhibición de las habilidades deportivas de Kate Hepburn y con un par de toneladas de clase para una trama bien simple.

Así que es la hora de  vestir de corto, coger un hierro tres, e intentar salir del búnker con un golpe maestro a través de unos rostros inolvidables y lo que, durante mucho tiempo, se llamó “saber estar”. Sólo hay que coger el papel de espectador y sentarse a ver el espectáculo que ofrecen dos intérpretes de leyenda, cómplices, maravillosos, insuperables, verdaderos y conscientes. El resto es el silencio del juego.

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