viernes, 27 de enero de 2023

ATMÓSFERA CERO (1980), de Peter Hyams

 

El espacio vacío es insaciable. En cuanto se da cuenta de la menor rendija, trata de aspirar todo lo que pilla, haciendo de la presión el abrazo más mortal de todo el universo. En una luna de Júpiter todo parece más lejos, más irreal y allí es donde va a  haber que demostrar todo el valor. El contrabando de drogas era algo que no se había detectado y algunos mineros han perdido la cabeza. Y perder la cabeza en medio del desierto de estrellas es muy peligroso. Todo va a ser destapado. Y aún se jugará una última carta para acabar con el agente federal destinado en esa luna perdida en la cara oculta del gigante. Tres hombres tendrán que llegar en un transporte para acabar con él. Nadie le va a echar una mano. El reloj va a marcar los segundos uno a uno, para que el tipo sepa lo que es la sensación de una soga alrededor del cuello. Y el desafío será definitivo. William O´Niel tratará de poner en juego todo lo que sabe para salir vivo de ese agujero de minas y suciedad humana. Tendrá que hacerlo muy bien, porque el vacío querrá cobrar su recompensa. Su espalda se ha convertido en diana. La oscuridad espera.

Por supuesto, nadie querrá echarle una mano. Más vale tener trabajo en un agujero del universo que perderlo en un combate que está perdido. Sólo una médico comprenderá la situación de O´Niel y, muy modestamente, tratará de correr por él y cerrar unas cuantas puertas. Algo, por otra parte, fundamental si se quiere andar por unos pasillos que cuelgan suspendidos por el espacio. En cualquier caso, el duelo está servido. Y así, sin tomarlo más allá de lo anecdótico, nos acordamos de que O´Niel es otro hombre que está solo ante el peligro, igual que un tal Kane en un pueblo perdido escondido por el polvo.

Peter Hyams rodó con su habitual sabiduría fotográfica este remake espacial de la historia de Fred Zinneman con Sean Connery metiéndose en la piel desesperadamente experimentada del oficial O´Niel, tragando cada segundo como si fuera una bombona de oxígeno que se va agotando a la espera de la llegada del transporte que traerá la misma muerte. Realizada con extraordinaria habilidad, se acepta sin problemas esta actualización del mito del Sheriff Kane enfrentado a tres hombres malvados que no vacilarán a la hora de asesinarlo por motivos puramente comerciales. Hadleyville se ha convertido en una colonia minera muy cerca de las estrellas y los peligros se multiplican porque ya no hay sol de justicia al mediodía, sólo oscuridad de defensa en la noche eterna. El resultado es una película bien llevada, que no se acerca, y muy posiblemente, tampoco quiere, al original, armando un escenario diferente, con un entorno hostil que se añade al inhóspito espíritu humano que experimentan estos representantes de la ley que sólo quieren hacer lo correcto. Algo que, aún hoy en día, se antoja como verdaderamente difícil. El silencio del cosmos, en su permanente orden matemático, será testigo de lo que ocurra allí, en la luna de Júpiter, a muchos millones de kilómetros de la Tierra. En un futuro. Hoy mismo.

2 comentarios:

Rodi dijo...

¡Buena reseña! Posiblemente mi película preferida de Hyams. Rodada con mucho oficio y siempre entretenida, con ese gran tercer acto lleno de tensión.

Saludos.

César Bardés dijo...

Es que es una película que está muy bien.Sin superar el original de "Solo ante el peligro", hay que reconocer que Hyams lo hace muy bien. Por cierto, tengo que reconocer que, sin ser un primer espada,Hyams ha salpicado toda su filmografía de películas muy interesantes. Un cineasta que, creo, merece mayor reconocimiento.
Saludos y gracias por tu comentario.