martes, 5 de septiembre de 2023

ELEMENTAL (2023), de Peter Sohn

 

¿Podría el agua enamorarse del fuego? Tal vez, si viviéramos en un mundo habitado únicamente por los cuatro elementos básicos de la Naturaleza, no estaría bien visto que dos de ellos se mezclasen. Cada elemento a lo suyo. Cada destino en su elemento. No se puede alterar lo que está escrito desde el origen. Sin embargo, el pensamiento, ese gran enemigo, suele ser el acicate de la rebeldía y es posible que no se acate ese destino que parece estar ineluctablemente unido a la vida. Y dos elementos contrapuestos obran el milagro. No es porque el amor lo pueda todo. Es porque las lágrimas son el mejor soldador para las fugas de sentimiento.

Bien es verdad que los sueños que nos atenazan, a menudo, se convierten en metas que hay que alcanzar por encima de cualquier otra dificultad, cegando otras posibilidades. Demasiado a menudo olvidamos que los sueños no son lo importante. Son las personas que están a nuestro cargo, que tienen sus propios sueños, o, más bien, sus propios anhelos. Hoy en día, la palabra que designa lo onírico no deja de ser peligrosa y puede abrir grietas entre los sacos de arena de contención. Y, sin embargo, el fuego ve algo en el agua. Un atisbo de ingenuidad. Un retazo de bondad. Un algo que se escurre entre los dedos, como debe ser en el líquido elemento. Y el agua ve en el fuego una fuente inagotable de recursos. Un paso más en la evolución que puede beneficiar a todos. Una dulzura que, si se sabe tratar, será el ingrediente fundamental para domar su carácter voluble.

Con esta fábula, que más parece de amor que de aventura, la Pixar Animation Studios vuelve a emocionar deslizando el mensaje de que es bueno llorar de vez en cuando y de que no deberíamos aceptar un no por respuesta puesto que la perseverancia es una de las mayores virtudes que nos adornan. Dentro de todos nosotros, yace un artista dormido y sólo hay que rodearse de los elementos adecuados para hacer que despierte. Y es posible que el rechazo exista, y que se presente presionado por las circunstancias, pero cuando el amor llama con fuerza, es imposible olvidar. Tal vez se pueden quemar las aristas que son su punta de lanza. O, incluso, se puede ahogar el impulso de demostración del amor, pero, si es verdadero, si es único, si es posible, siempre se quedará ahí, esperando una oportunidad que no siempre llega.

En esta ocasión, la Píxar ha querido hacer una película para niños que gusta a los mayores, a pesar de que, por supuesto, tiene momentos puntuales que hacen que estalle la tan deseada y vivificante carcajada infantil. Sin embargo, la película tiene una virtud que la eleva y es la extraordinaria banda sonora de Thomas Newman, que últimamente se está convirtiendo en uno de los más grandes compositores para el cine, y que, en esta ocasión juega con multitud de registros, con los más variados recursos, haciendo que la película se acelere o se ralentice de acuerdo con los deseos de las excepcionales corcheas de su ingenio. Más allá de eso, hay instantes de humor, gotas de aventura, chispas de drama y la certeza de que el amor es lo que verdaderamente es elemental en cualquier forma de existencia.

Así que, por favor, no dejen que esto quede en agua de borrajas, ni permitan que la quemazón de la rutina arruine su disfrute. Puede que, sin duda, no sea el torrente de emociones que nos tiene reservado Píxar como algo habitual, aunque posee sus dosis de escalofrío. En esta ocasión, ahoguen su escepticismo y denle mecha al fuego de su interior. 

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