Todo ocurre en la mente
de una desequilibrada. Ahí mismo, en la sede del pensamiento, es donde nace un
pasado que nunca existió, un presente falso y un futuro tan incierto como la
capacidad para aguantar toda una psicopatía. Ella es preciosa, cualquier hombre
se fijaría en ella. Y más alguien que tiene un par de días libres y que no
lleva demasiado bien su actual relación. Sin embargo, mirando en sus ojos, en
el fondo de esas ventanas que permiten asomarse al alma, ella está totalmente nublada,
porque cree cosas que no son, se imagina situaciones que nunca han tenido
lugar, cabalga rápido hacia la locura e, incluso, puede que el crimen sea una
idea que pase de vez en cuando por su cabeza. Esa misma que no funciona
demasiado bien.
No cabe duda de que
ella haría dudar a cualquiera. Es mirarla y el cielo se abre. Es niñera, así
que no debe tener demasiados malos sentimientos. El día parece tener envidia de
ella. El piloto de aerolínea Jed Towers se lanza y, no obstante, puede que intuya de alguna
manera que ella no es trigo limpio. Algo peligroso se alza detrás de la
belleza. Algo que no se puede describir y que, sin embargo, está ahí, latente,
mostrándose en las sombras. El lado más oscuro de un ángel está a punto de
salir a la luz. Y a nadie va a gustar.
Marilyn Monroe demuestra, una vez más, que era mejor actriz de lo que la historia, la prensa y la fama, han tenido a bien darle. Tanto es así que rara vez se cita esta película como una de las mejores interpretaciones de su carrera, señal inequívoca de que realiza uno de sus más atinados trabajos. Ella es esa niñera que parece guardar la maldad sugerentemente en algún lugar de sus ojos. Y llega a sobrecoger en algún momento. A su lado, un asustado Richard Widmark, que trata de arreglar por todos los medios su relación con Anne Bancroft porque lo de esta chica que ha visto por casualidad es una trampa psicológica de cierta intensidad. Detrás de las cámaras, Roy Ward Baker que, tras hacerse un nombre dirigiendo la mayoría de las películas de la saga de Sherlock Holmes protagonizadas por Basil Rathbone, años después, se hará un nombre entre la nómina de directores de la Hammer y que, si bien peca de una ligera precipitación en algún pasaje, lleva con rienda firme este drama o equilibrio psicológico en el que juega con inusual precisión entre el encanto y la oscuridad, entre lo inocente y la evidencia de la culpabilidad, entre la ingenuidad del hombre y el descarado dominio de la mujer que asume la máscara que le conviene a cada momento. Una interesante historia sobre la perturbación mental que puede crear mundos enteros con tal de satisfacer los más escondidos traumas. Atentos a cada detalle. Puede ser fundamental para prever los movimientos de esa niñera que, tal vez, haya tomado el camino de la locura para curarse de la soledad. Sólo que, en esta ocasión, el miedo va a estar a su alrededor. Sin paliativos. Sin buenas palabras. Sin rostros angelicales dejándose querer. Sin más día que la niebla en el alma.
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