Probar las distintas
arenas de varias playas en la guerra puede curtir bastante. Al fin y al cabo,
es una fuente de historias inagotables. Algunas crueles, otras curiosas, otras
terribles, otras gloriosas. El valor y la cobardía de los hombres se pone a
prueba entre las balas del enemigo. Ahí está el Norte de África, Sicilia,
Normandía y el frente belga para atestiguarlo. Por el camino, se quedarán
muchos amigos, habrá momentos de auténtico recreo, otros en el que el miedo
será la grasa necesaria para que las armas funcionen, e, incluso, aún otros
serán inolvidables instantes de reencuentro con personas a las que se han
querido como si fueran hermanos. La miseria, el hambre, el desamparo de la
niñez, la desesperación de los adultos…todo será necesario para conformar el
corazón de un tipo que quiso contar las historias como las sentía, siendo un
rebelde que siempre estaba en contra de todo y que, sin embargo, ayudó a que el
mundo fuera un poco mejor. Con su melena blanca, su sempiterno puro y ese
rostro que parecía esculpido en las playas en las que había estado dejando su
sangre y su cariño por aquellos que le rodeaban.
Con Uno rojo, división de choque, Samuel
Fuller rinde cuentas con sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial, siempre
en primera línea, con la valentía a cuestas y la capacidad de aguantar como
única arma frente a los horrores del fuego y el grito. Se tomarán pueblos,
villas, aldeas, playas…cada palmo será un triunfo en un avance que parece no
acabar nunca, como una angustiosa huida hacia adelante que siempre llevará a
una nueva fuga. Incluso se liberará un campo de exterminio y la experiencia
será de auténtico dolor, de incomprensión racional hacia los descensos del ser
humano en dirección a la bestialidad. Todo quedará impreso en la memoria de
Fuller para que, ya muy avanzado en rebeldía y en edad, realice una película en
la que interviene él mismo en la piel del actor Robert Carradine, siempre con
el habano en la boca, hasta cuando la marea está alta en un mar que se tiñe de
rojo.
Lee Marvin, como siempre creíble cada vez que se enfunda el uniforme, lleva adelante una espléndida encarnación como el sargento que se ocupa de cuidar a esos hombres que se ven por primera vez con la muerte cara a cara. Mark Hamill será el sensible de la patrulla, el dibujante y caricaturista que, tal vez, termine sin humor aunque haya un destello de esperanza en su mirada. Las cosas imposibles, al borde de la perplejidad, sólo pueden ocurrir en la guerra y estos hombres de la División Uno Rojo tendrán ocasión de comprobarlo. Con sus latas de comida, con su cariño mendigado, con sus favores pagados porque es de bien nacidos ser agradecidos y siempre, en todo momento, guardando un pedazo de humanidad en el fondo de ese corazón que tanto ha sufrido por las playas de medio mundo, en busca de la libertad y de algo que resulta tan sencillo como la certeza de que la mayor gloria es la supervivencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario