miércoles, 6 de marzo de 2024

DOS CHICAS A LA FUGA (2023), de Ethan Coen

 

Después de ver las primeras obras en solitario de los hermanos Coen, nos damos cuenta de que en todos los trabajos que hicieron juntos parece ser que Joel ponía la estética y el arte y Ethan aportaba el absurdo y la perplejidad. El equipo era prácticamente perfecto y las carencias son evidentes cuando analizamos lo que están haciendo por separado. A Joel le falta sentido del humor. A Ethan le puede el caos. En esta ocasión, Ethan nos cuenta la estrambótica historia de dos chicas que quieren trasladarse a Tallahassee, capital del estado de Florida, mientras se van encontrando con una serie de personajes que parecen sacados de un barrio sin razón y de una ciudad sin norte.

Ahí tenemos a dos chicas a las que les encanta ser lesbianas aunque, en un principio, son sólo amigas. Y cogen el coche que no deben, con un equipaje que no es apropiado (¿o sí?) y perseguidas por una serie de individuos que parece que quieren poseer las réplicas engrandecidas de enhiestos órganos sexuales de diversos prohombres de la enferma sociedad estadounidense. Ya está el asunto formado. Dinero, chicas, policías con un perro, algún que otro asesino profesional con miedo escénico y las dos protagonistas pasándoselo bien con ese combate de caracteres que predispone a una hacia la ninfomanía y a la otra hacia la represión. Un cóctel muy Coen.

Sin embargo, parece que Ethan se da cuenta de que la historia se le queda corta e introduce una serie de secuencia oníricas que no tienen más sentido que añadir un toque psicodélico sin venir a cuento y algo de metraje a esta trama que avanza con rapidez y que puede acabar en cualquier momento. Por supuesto, algún rostro conocido se disfruta con la rapidez necesaria como el de Matt Damon o el de Colman Domingo, el último descubrimiento afroamericano del cine, pero esta aventura de carretera sin sujeción acaba por ser más intrascendente de lo habitual porque le falta esa férrea disciplina que sí se notaba en las obras de los dos hermanos, especialmente en películas tan necesarias como Muerte entre las flores o Barton Fink.

Así que dejémonos de tonterías y abrámonos a nuevas experiencias. El humor tampoco es que sea tronchante y la perplejidad que solían causar en el espectador acaba por ser casi una máscara para tapar las posibles carencias. Es como si a Ethan Coen le diera por contar uno de sus absurdos viajes con algún que otro alucinógeno de más y sin tomarse demasiado en serio en ningún momento. Ni siquiera hay uno de esos famosos cortes que te dejaban con la sonrisa y el talante helado cuando mejor te lo estabas pasando. No sea que el tono de comedia se olvide en el interior de una maleta como si fuera…yo qué sé, una colección de consoladores. Ni con lacito, oigan.

Más vale ir recogiendo lo que se ha podido arramblar teniendo en cuenta que hay una buena cantidad de personajes enfermos y enfermizos que tratan de hacer negocio con unos productos bastante absurdos para el gran público. Aunque quizá yo mismo sea una película de Ethan Coen y destaque por mi corto entendimiento detrás de estas teclas en las que se dibujan tantas y tantas perversiones reprimidas por mi sentido común. Ese mismo que falta cuando el día se convierte en asfalto y hay que perseguir a unas chicas que, realmente, lo único que desean es pasárselo bien, sin ataduras, sin herir a nadie y sin tener ganas de complicarse la existencia por unos cuantos aparatos de apariencia masculina y que más bien parecen billetes de alto valor ordenados pulcramente en una maleta de cáscara metálica. Ustedes verán.

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