Peter Wilson: Y éste es el autor de “Bésame, mátame, cómprame, ámame”, creo
que ése es el título. O posiblemente sea “Cómprame,
tómame, córtame, quémame”, no lo sé, pero en cualquier caso ya se hacen a
una idea. Es una novela romántica.
Howard Mann: Es Harold Marcus, el autor de “Apuñálame, revuélveme, atúrdeme, quiéreme”
Peter Wilson: Ya sabía yo que era algo así.
Y es que Peter Wilson
es un tipo algo descreído. Para empezar no cree en el amor ni siquiera aunque
lo tenga y lo reconozca delante de sus propios ojos. Es un encuentro fortuito,
una nada que se convierte en algo al instante y, aún así, no, no, el
emparejamiento no es más que la debilidad de las mentes más retorcidas. No
puede caer en una trampa tan burda e irse con esa mujer que, para más inri,
tiene tres hijos. De ninguna manera. Ella por su lado y yo por el mío, aunque
sea el mismo camino. Tendré que volver a mis dibujos que, al fin y al cabo, son
los que me dan de comer y me hacen tener todo lo que poseo. Ella que se vaya
con sus frustraciones sus ataques histéricos y sus tonterías de mujer.
El caso es que Theresa
Kozlenko, tampoco es que sea muy diferente a Peter. Ya probó eso del amor en
una ocasión y acabó en divorcio, y no es muy divertido pasar por ello más de
una vez. Mejor no caer en la trampa de iniciar una relación, por muy atractivo
que sea ese señor Wilson con el que he chocado con el coche delante de la
consulta del oftalmólogo. No es amor a primera vista, es sólo una simple
dilatación de pupila. Aunque tengan en común que él vende libros y ella los
vende también. O sea, él los hace con sus dibujos, y ella los vende detrás del
mostrador y conoce bastante bien la misoginia que destila el tal Peter Wilson.
Esto no tiene ningún futuro, señores. ¿O sí?
Jack Lemmon se junta con la siempre divertida y desenfadada Barbara Harris bajo la dirección de Melville Shavelson y sale este conflicto bélico entre hombres y mujeres que nunca tiene un ganador hasta que no se inician unas conversaciones de acercamiento. Sí, de ese tipo de acercamiento, porque no negarán que es bastante difícil llegar a un acuerdo con un señor que odia a las mujeres, a los perros, a los niños y va como un loco por la vida. Claro que tampoco es fácil coincidir con esa señora Kozlenko, que no cabe duda de que posee un cierto atractivo, pero está un poco trastornada, es bastante despistada y ese peinado merece unas cuantas tijeras impías. Y si mezclamos dentro de la inevitable historia que va a surgir en unos cuantos fotogramas de animación, lo mismo sale una película algo original. Lo que suele ser entre una guerra entre hombres y mujeres, donde ambas partes ponen la imaginación al servicio de sus fobias construidas en privado y que han tardado mucho tiempo en salir. Aquí está la oportunidad de sacarlas como si fueran armamento pesado que, si lo pensamos con un poco de frialdad, se queda en mero juguete ante algo tan poderoso como los sentimientos. ¿Y qué son los sentimientos? Para eso es mejor leerse el libro de Howard Marcus…
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