Michael Faraday es el
individuo ideal. No es estable emocionalmente y tiene ciertos conocimientos
sobre atentados terroristas. Instalarse como vecinos a su lado guarda algunas
ventajas porque eso hará que todo parezca mucho más inocente. Al fin y al cabo,
una bomba no es un hecho, sino un concepto. Y todo puede ocurrir dentro de la
mente de Faraday porque ahí dentro, en el rincón de los pensamientos, se cree
lo que realmente se quiere creer. También hay otro factor interesante y es que
resulta bastante humillante presentarse ante la policía con sospechas que,
luego, se demuestran que no tienen ningún fundamento. El típico loco paranoico
que cree que sus vecinos son unos asesinos de masas cuando son el matrimonio
ideal, de clase media ligeramente alta, con su jardín, su casa y su coche. Todo
lo que el americano común suele desear. Aquí no hay más bombas que las que se
cuecen dentro del cerebro de Michael Faraday. Ése es el individuo que, a pesar
de sus esfuerzos denodados por creerse a sí mismo como salvador del mundo,
resulta más sospechoso.
Contribuye al
desequilibrio inherente a Faraday el hecho de que su vida está incompleta.
Tiene un niño de nueve años y una pareja, más o menos estable, pero no se
atreve aún a dar el paso para iniciar una vida con ella. No ha enterrado
algunos traumas del pasado y debe pensar en su pequeño. Por ahí hay una grieta
que los Lang, los vecinos de al lado, van a aprovechar y rellenar con sus
pasteles, su amabilidad, su sonrisa algo impostada, pero convincente y su encanto
de libro de cocina. Los asesinos están en la puerta de al lado y son temibles
porque destacan por su sangre fría. Y no se sabe por dónde pueden salir.
Excelente película, muy
bien interpretada por Jeff Bridges y Tim Robbins, en la que se pone de manifiesto
el juego entre apariencia y realidad, entre lo que se quiere y lo que se debe
creer, entre el dolor y la esperanza, siempre huidiza. El guión fue galardonado
como el mejor entre los estudiantes de la Academia de Artes y Ciencias de
Hollywood y eso dio la oportunidad de rodar esta historia que no deja de ser
agobiante y sorprendente, sobre todo porque no deja de manipular al espectador
con algunos giros que pueden desembocar en cualquier parte cuando se cree que
el horizonte se está despejando. Al menos, se ocupa de dejar bien claro que los
malos no tienen que ser necesariamente tontos.
Así que mucho cuidado
con la pareja de al lado. Empiezan trayendo una tarta para estrechar las
relaciones vecinales y, poco a poco, notas que alguien está royendo tu alma.
Demasiados esfuerzos para hacerte parecer lo que no eres para hacerte pagar lo
que no haces. Toda la estrategia se basa en la propia debilidad humana y eso es
algo que domina especialmente bien todo aquel que quiere acumular un buen
puñado de cadáveres dentro de su saco de maldad. El sistema es horrible, pero
nunca justifica la pérdida de vidas humanas. ¿O sí?
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