Lo anunciaré con más detalle en cuanto tenga la invitación preparada por la editorial, pero presentaré mi libro "Imprimir la leyenda (500 anécdotas de cine)" el próximo día 22 de mayo, miércoles, en la Librería Ocho y Medio. Los copresentadores serán Gerardo Sánchez, director de Días de Cine, y Alejandra Herranz, gran periodista y presentadora del telediario del mediodía de la 1. La cita es a las 19 horas. Os espero a todos allí.
Una modelo de alta costura se muda a un apartamento en pleno centro de Manhattan. En un principio, todo va bien. El barrio es bueno, algo bohemio, con ese ambiente tan particular de unas calles que parece que hemos vivido siempre a través del cine. Sin embargo, la realidad se tuerce. Extrañas visiones. Algún que otro problema físico. Pesadillas. Sus vecinos comienzan a parecer monstruos. Y recuerdos que nunca existieron parecen estar aflorando en una memoria que parece que no es la suya. Es todo muy raro. Como si esa realidad que tanto le había gustado, le enseñase el lado más oscuro, más feo de todo. Es como, si de alguna manera, ella viviese en las mismas puertas del infierno.
Puede que la
frustración para vivir en pareja tenga algo que ver y esa carencia hace de ella
la candidata idónea para el puesto de centinela. Lleva dos intentos de suicidio
a cuestas y ha dejado cualquier atisbo de fe atrás porque siente que está sola,
aunque haya alguien que quiere vivir con ella a toda costa. Un sacerdote ciego
es el único que comparte vivienda en todo el edificio y una fiesta de muertos
con la excusa de un gato es un aviso de lo que puede estar esperando.
Notable película que
quedó eclipsada en los años setenta por el éxito incomparable de El exorcista, de William Friedkin; y La profecía, de Richard Donner,
quedándose como la hermana pequeña de estos títulos a la que nadie ha hecho
caso cuando, en realidad, tiene un reparto impresionante que incluye nombres
como Ava Gardner, Burgess Meredith, Chris Sarandon, Arthur Kennedy, José
Ferrer, Sylvia Miles, Beverly D´Angelo, Eli Wallach, Martin Balsam, Christopher
Walken, William Hickey, Tom Berenger, Jeff Goldblum y el inquietante clérigo
interpretado por John Carradine. El protagonismo es para una excelente Christina
Raines en el que es el mejor papel que ha hecho nunca para el cine. La
dirección corre a cargo de Michael Winner y el resultado es una película
enormemente inquietante, a la que le cuesta trabajo coger ritmo, pero que llega
a tener momentos realmente oscuros, alejados del susto, pero enormemente
incómodos, con multitud de elementos psicológicos que parecen saltar alrededor
del entendimiento y, quizá, con un final que no está demasiado en consonancia
con la sobriedad del resto de la película.
La tensión se nota en las piernas en determinadas situaciones y, en ellas, siempre suele estar el hombre que lleva el alzacuellos y no ve. Éste apartamento puede ser uno de los mayores portales de entrada en el infierno, pero el cura, por mucha inquietud que llegue a despertar, tiene una misión muy importante que cumplir. Los diablos y los arcángeles se agolpan al otro lado de la puerta. En esa atmósfera bizarra se pueden apreciar espíritus del otro lado del océano como los de Mario Bava o Darío Argento y en algún momento se mezcla la realidad con la fantasía, fruto, en la mayoría de las ocasiones, de todas las frustraciones y traumas que todos llevamos encima, porque, al fin y al cabo, esas deben ser las maldiciones que el Diablo descarga sobre todos nosotros, redactando una carta muy personal para cada caso. El Diablo es tan sabio que adecúa el mal a las características de cada uno.
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