El lugar más seguro
para buscar un refugio es aquel en el que se confunde peligrosamente el sueño y
la realidad. Y, quizá, el sitio más evidente en el que se mueve esa línea
escurridiza sea el cine. Eso es lo que le pasa a un fugitivo que corre y corre
y no deja de correr hasta que se encuentra en medio de un rodaje. Y, además,
para rizar el rizo, le ofrecen trabajar como especialista. Él no tiene ni idea,
pero ha vivido unas cuantas situaciones de riesgo así que puede que no lo haga
mal. Dominándolo todo, el director Eli Cross aparece como Dios desde una grúa y
las secuencias de su película épica requieren de muchas mentiras de acrobacia y
salto en el vacío.
Así que Cameron, que
así se llama el individuo, comienza a aprender el oficio y se mueve como pez en
el agua entre luces, cámaras y acciones. Tanto es así que cae hechizado bajo el
embrujo de la protagonista femenina que, como buena actriz, ha pasado de
esquina a cama y puede que no se pueda estar muy seguro de sus intenciones.
¿Cameron es una aventura más igual que él cuando se arroja desde lo alto de un
tejado o es un chico que la quiere y la respeta y que ella valora como nadie?
Son los misterios del cine y de esas relaciones tan complicadas que se tejen a
lo largo de un rodaje que generan una fuerte convivencia de la que, a menudo,
no se sabe cómo salir.
Mientras tanto, Eli
Cross, ese director británico, de provocación asegurada y que siempre va en
busca de la genialidad más oculta, pide más riesgo a Cameron, más riesgo, más.
Hasta que llega la secuencia en concreto que dio lugar al refugio del huyente y
que ha originado el sometimiento de un hombre que corre a un hombre que dirige.
Y eso no acabará con el final del rodaje.
Interesante película de
Richard Rush con un Peter O´Toole espléndido y una estupenda Barbara Hershey
mientras que la interpretación de Steve Railsback no acaba de ser plenamente
convincente. La idea de confundir continuamente sueño y realidad en la forma de
un rodaje es muy atractiva y más si sirve de tapadera para un hombre que ha
cometido un delito grave. Hay algunos saltos incomprensibles, en aras de la
ansiedad de Richard Rush por sorprender con pocas explicaciones y sacando de
situación al espectador continuamente para preguntarle si eso que está viendo
es rodaje, es ensayo o es realidad. Y la realidad, por supuesto, no admite
ensayos. Sin embargo, el juego de chantaje se convierte en el fondo de todo
trabajo en el cine porque las propias arrogancias salen a relucir con muy poca
provocación y entonces el cine se convierte en realidad y puede que la realidad
sólo sea una pesadilla por la que hay que pasar todos los días.
De paso, y sin que
sirva de precedente, el homenaje a los especialistas también está ahí, porque
son aquellos que se encargan de hacer que los sueños tengan algo de
espectacularidad insustituible y, al fin y al cabo, eso también es cine…¿o es
realidad?
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