Hoy se presenta "Imprimir la leyenda (500 anécdotas de cine)" en la Librería Ocho y Medio de Madrid (Calle Martín de los Heros, 11), a las siete de la tarde con la asistencia como invitados de la gran Anna Bosch y del enorme Gerardo Sánchez. Estáis todos invitados. Y si no podéis asistir, tranquilos, que en cuanto disponga de las fotos correspondientes, las pondré por aquí. Un abrazo si vais. Si no, también.
Ah, París. Esa ciudad
en la que da gusto vivir. Esa ciudad tan propensa a inspirar paz, orden,
concierto, monumentos, barrios de leyenda y mujeres de bandera. Tanto es así
que dos individuos de mediana edad no dudan en planear una juerga de fin de
semana aprovechando que sus dos dilectas esposas se van al chalet de montaña.
Los hombres somos así. Tenemos todo lo que queremos en casa, pero siempre vamos
a buscar el solomillo fuera. Todo está preparado y en orden, salvo un pequeño detalle.
Un facineroso quiere hacerles chantaje y comienzan a aparecer cadáveres. Algo
que, seamos sinceros, es bastante difícil de explicar en el caso de que
regresen las esposas. Ni que decir tiene que eso es exactamente lo que ocurre
porque se les olvidan las llaves del maldito chalet. Y es entonces cuando
empiezan los equívocos. No, cariño, si ese cartel picante es porque es bonito.
No, amor, si el champán es para vosotras que lo hemos preparado para daros una
sorpresa. No, cielo mío, no salgáis a la terraza porque os vais a resfriar y no
soportamos veros malitas. El cadáver va y viene y la cosa se va poniendo cada
vez más fría. Tanto es así que usted, sí, sí, usted, el que está paseando sus
ojos por estas modestas líneas de cine y entusiasmo, también puede ser un
asesino.
Dirigida con elegancia
y un gran sentido del ritmo por José María Forqué y basada en una obra de
teatro de Alfonso Paso, Usted puede ser
un asesino es una divertida comedia de enredo y diálogos tropezados con un
cuarteto protagonista de auténtico lujo con Alberto Closas, siempre con mucha
clase, José Luis López Vázquez, sumergido en su papel de francesito medio,
Amparo Soler Leal, divertida como en pocas ocasiones y la maravillosa Julia
Gutiérrez Caba, prodigio de miradas y de saber estar hasta tal altura que se
llega a pensar que tendría un lugar privilegiado en cualquier altar del cine
mundial de haber nacido en otras latitudes. Por allí, por las calles,
apartamentos y comisarías parisinas, también pululan Jesús Puente y el
extraordinario Pedro Porcel, otorgando textura y secundarios de categoría. El
resultado es refrescante, algo atropellado, pero no dejamos de colgarnos en el
interior de la puerta del armario para asistir, risueños, a una película cuyo
único fin es entretener con dos o tres toques de distinción.
Así que váyanse, señoras, váyanse. No se preocupen. Si luego se olvidan cualquier cosa y tienen que regresar no se extrañen si hay una cubitera preparada y sus maridos se deshacen en cariñitos y carantoñas. Ellos ya lo tienen previsto todo. Incluso un olvido tonto. Quizá por el camino se dejen algún que otro cadáver, pero eso no tiene la más mínima importancia si es por la felicidad conyugal. No hagan caso de la vecina histérica, o del puñetero baúl que deberían haber enviado los esposos con diligencia y aún se halla en el recibidor de casa. Todo obedece a una coartada. Se trata de hacerlas felices en medio del año agotador, repleto de trabajo y compromisos. ¿O es que no quieren ustedes brindar con champán francés sin ningún motivo aparente?
No hay comentarios:
Publicar un comentario