jueves, 9 de mayo de 2024

MISIÓN HOSTIL (2024), de William Eubank

 

Todos los que nos hemos acercado alguna vez a una sala de cine podemos enumerar las veces en las nos ilusionamos con el inicio de una película, con su desarrollo, hasta que, en determinado momento, toda la historia cae en picado porque contiene un giro bastante increíble, que no tiene nada que ver con lo que se ha visto antes. Es como si los guionistas se hubieran cansado de escribir y, con la anuencia del director, se torpedeara todo con premeditación y alevosía, dejando algo que era, cuando menos, aceptable en algo bastante despreciable.

Eso es lo que le pasa a esta película de William Eubank. Comienza bien, con una acción de comando basada en un rescate que sale rematadamente mal por un imprevisto y que, de alguna manera, en su primera mitad se parece bastante a la notable El único superviviente, de Peter Berg y a la excelente Bat 21, de Peter Markle. Sin embargo, desde el mismo instante en que el protagonista cae prisionero, todo deja de tener interés porque se introduce una escena bastante insospechada y la historia desanda sus pasos y vuelve hacia atrás sólo para introducirse en lo sórdido y en la algo torpe creación de un suspense basado en el segundero.

Sin duda, los momentos más brillantes no están en las escenas de acción, aunque hay algunas de mérito y otras resueltas de forma notablemente mediocre. Pertenecen a Russell Crowe en la piel de ese capitán que se convierte en los ojos del cielo que presencian la huida del superviviente de la misión del título. Por supuesto, con su cobertura correspondiente y su insubordinación preceptiva. No obstante, la película se queda en apenas nada con toda esa segunda mitad oscura, desagradable y menos que regular que contrasta notablemente con algunas escenas a cámara lenta de mérito, con sentido estético y narrativo y con un desarrollo coherente que se va todo hacia el caos sin más razón que la falta de inspiración.

Así que no olviden ser competentes en las tareas encomendadas, por mucho miedo o vacilación que anide en su interior. Sólo de ese modo es como se obtiene el respeto de los que comparten misión y objetivo. Comuníquense, hagan lo necesario para que nada puede truncar el alcance de la meta. Los profesionales, generalmente, están en la sombra, esperando un elogio que no llega, creyendo que alguien, en algún lugar, está apreciando lo que hacen. Al final, un baile será algo alegre en un día de emboscadas en el que sólo se ha apreciado el cambio y corto de unas órdenes dadas de forma breve, pero enormemente precisa. Puede que los que se opongan a la consecución del éxito sean aplastados por otros aún más temibles. Puede que una explosión sea la caballería que se espera como el aire en el agua. Puede que nada sirva de nada o que sea algo cínico la contraposición entre lo que se vive y lo que se sobrevive. ¿Qué más da? Todo dependerá de un segundo, de una carrera, de estar en el sitio adecuado en el momento más oportuno, de tener la palabra justa para sentir que no se está solo en medio de la jungla, o sintiendo el calor de unas bombas incendiarias. Cambio y corto. Cambio y corto. Coordenadas de ataque. Apártense, la juerga va a ser de campeonato.

Y allí, en algún lugar de ninguna parte, con los cuerpos magullados y la moral maltrecha porque la vida se ha encargado de entregarse a la muerte, habrá un saludo para alguien que no se conozca sólo porque ha sido capaz de hacer todo para que no ocurra nada. Todo tiene mucho sentido. Incluso la estupidez de una misión hostil en medio de una guerra que no se reconoce.

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