Los misterios de la
Naturaleza pueden ser tan fascinantes que, incluso, llegan a causar terror.
Basta con imaginar un material genético existente en algún lugar recóndito de
la selva que sea capaz de fusionarse con cualquier ser vivo y crear un nuevo
ser híbrido con características de ambos contribuyentes. Apasionante. Tanto es
así que es difícil pensar que el tipo que lo descubrió pudiese estar
convenientemente metamorfoseado y de vuelta a casa, a la civilización. Sí,
simplemente ha salido de caza y está intentando mantenerse vivo a base de
cabezas abiertas como una nuez. Al fin y al cabo, los hipotálamos cerebrales
están deliciosos y puede ser una oportunidad más para ver de nuevo a esa
doctora… ¿cómo se llamaba? Ah, sí, Margo Green.
Tan delirante argumento
podría haber caído en las insondables garras de la mediocridad más profunda de
no haber estado un director de solvencia comprobada como Peter Hyams. Un
director que nunca destacó demasiado, pero que hizo frente con profesionalidad
a todas las historias que cayeron en sus manos intentando, cuando menos,
ofrecer un producto digno. En ocasiones, sacando petróleo de pozos muy secos,
como puede ser en Atmósfera cero, Capricornio uno o la estupenda buddy movie Apunta, dispara y corre y en
otras errando el tiro por mucho como en la floja Más fuerte que el odio. En esta ocasión, realizó un digno trabajo
con muy poco material (apenas un monstruo moviéndose por los rincones de un
museo) y, a pesar de que algunas secuencias contienen efectos especiales algo trasnochados,
la tensión está ahí, palpándose en el ambiente de alta alcurnia y baja
intelectualidad que se puede citar alrededor de un santuario de la cultura por
una simple cuestión de pose, arribismo y arrogancia. Tengan cuidado. Si se
acercan a uno de esos sitios, es posible que una criatura les clave los
colmillos y traten de sacarles desde la cartera hasta el corazón.
Y es que la
investigación biológica puede llegar a ser algo muy peligroso si se juega con
ella. No importa que todo surja a partir de una expedición imposible a través
de una selva imaginaria y unos cuántos parásitos inexplicables. Lo importante
aquí es seguir la evolución de los acontecimientos, sufrir en la oscuridad,
espantar el miedo y expresarse en sintonía. El horror se siente durante todo el
tiempo, como algo siniestro que se mueve, piensa y siente sólo para alimentarse
y seguir existiendo. Es como ese monstruo que siempre creíamos que existía en
el armario cuando éramos niños. En esta ocasión, el monstruo es de verdad y
hará que miremos por encima del hombro con la inquietud como única compañía.
En ocasiones, la
superstición puede servir para espantar los temores. De hecho, si creemos que
los males provienen porque pasamos por debajo de una escalera o porque se nos
cruza un gato negro podremos engañarnos más sobre la existencia de criaturas
que, en este caso, no son sobrenaturales sino, simplemente, naturales. Sí, es
cierto, esto es serie B y está a muchas leguas de acercarse a otras
producciones mucho más acabadas, pero no dejen nada en manos de la suerte.
Échense sal sobre los hombros, nunca pasen el tercero y no viajen ni en martes,
ni en trece. Puede que una criatura salida de las mismas entrañas del infierno
de la genética esté esperando para absorber su ADN como si fuera un buen vino.
¿No les agrada la idea?
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