A veces, conectar con
otros seres humanos se vuelve una necesidad que va más allá de la propia
persona. El silencio se puede volver tan abrumador que sólo deja paso al miedo,
al aislamiento, a la incorrección, al aburrimiento y a la duda. El abismo que
se abre en los pasillos de un hotel algo mugriento en el centro de Europa
parece la entrada perfecta a la oscuridad. Una oscuridad de pies mojados, de
enanos circenses, de desprecio mutuo con alguien que debería quererte. Tal vez
el amor sea tan fugaz y tan escurridizo que apenas hay tiempo de disfrutarlo,
de abrazarlo y de quererlo. Los niveles de entendimiento se colocan entre
brumas de inquietud, de pesadilla, de pensamientos impuros, de ese atenazador,
irritante y sempiterno silencio de Dios. Las paredes se cierran sofocantemente
y la angustia comienza a aparecer como una forma de vida que se yergue entre
las sábanas arrugadas del sudor y del sexo. Tal vez, sutilmente, apenas
susurrando en el grito de desesperación, Ingmar Bergman expone su confusión al
comprobar que la sensibilidad, la sensualidad, la inteligencia y la inocencia
no pueden existir en un mundo en el que Dios no existe. Algo que es muy posible
que nos sume a todos en un arrebatador silencio.
La guerra parece llamar
a las puertas de la Europa más inestable, como si las emociones estuvieran a
punto de chocar en un duelo que sólo puede dirimir la pasión. Cada mirada, cada
palabra, guarda un sentido que se descifra a través de los días que,
perezosamente, pasan en el calor y la nada a la que se ven obligadas dos
mujeres y un niño. La desolación se va instalando paulatinamente y la terrible
sensación de soledad que genera la muerte acaba por ser una especie de
liberación. La espera es muerte. El sexo es muerte. La ensoñación es muerte. Todo
muere en el agobio. Todo nace en la penumbra. Nada es lo que se nos muestra y
Dios jamás se muestra, así que es posible que Dios exista porque ese universo
de emociones es la tesela que conforma al hombre y a la mujer. No, ya no hay
aire. No, ya no hay pasión. Sólo el ruido de los cañones. Sólo el odio.
Impresionante película
de Ingmar Bergman que cuenta con la colaboración extraordinaria de dos actrices
que dan lo mejor de sí mismas como Ingrid Thulin y Gunnel Lindblom. Absorbente
y posesiva, de pocas palabras y muchas acciones, El silencio se queda revoloteando en el pensamiento durante varios
días después de verla. Tal vez porque plantea muchos interrogantes que son muy
difíciles de contestar. O porque las imágenes de Sven Nykvist parecen formar
parte de todas las sensaciones de rechazo y de atracción que se experimentan a
lo largo de su metraje. Lo cierto es que, cuando termina, parece que se sale de
un largo corredor en el que se han dado los primeros pasos de un amargo
despertar. Y eso nos condena a reprimir nuestros sentimientos y rogar porque un
ser supremo pueda guiar la próxima decisión que haya que tomar.
2 comentarios:
Pues he de reconocer que es uno de los films que más me atrapan de Bergman. Y me resulta muy inquietante la relación entre los personajes y hacia donde nos quiere llevar el maestro. Todo es un misterio, en el fondo tiene que ser así.
Es una película muy axfisiante y claustrofóbica, más quizá que otras de esta misma época tal que "Como un espejo" que sí me parece un poquito más abierta. En general me resulta muy fasciante esta época metafísica de Bergman cuya punta de lanza podría ser "Persona". Está en concreto recuerda mucho a lo que plantea en "Gritos y susurros" que me gusta algo menos, a pesar de ser más famosa. El Bergman metafísico, el folclórico, el teatral... hay muchos Bergman en uno, y todos provocan el mismo interés. Un autor con fama de duro pero que en el fondo no lo es tanto.
Abrazos mudos
A mí, la verdad, es una película que me produce una profunda inquietud, hasta miedo, incluso. Esa espiral de soledad malsana y terrible en en la que se encuentra el personaje de ingrid Thulin me parece terrible, un agujero negro del que me parece muy difícil salir.
Por supuesto que "Como en un espejo" es más abierta. De hecho, es una película que comienza con espacios abiertos y con una cierta relajación en su situación de partida. Aquí, no. Desde el minuto uno, Bergman reduce el universo a lo que le pasa a estos tres personajes. Y tienes toda la razón en apuntar que la avanzadilla es "Persona", película realizada después de ésta, pero que, sin lugar a dudas, "El silencio" es el precedente más cercano, es como si Bergman anduviera buscando esa asunción de personalidades desde esta misma película con una presencia mística en el fondo, a la que nunca se, a la que nunca se escucha, pero a la que siempre se siente, a pesar de que los personajes tampoco la sienten. A mí me parece que, dentro de un cine claustrofóbico, profundo e hipnótico, "El silencio" es una obra maestra de Ingmar Bergman que, a pesar de todo, no ha sido tan valorada como otras suyas.
Abrazos desde las arrugas de la cama.
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