El
aleteo de una mariposa puede venir a partir de un hecho que se presenta, casi,
de manera fortuita. Un afán de ayudar, una apuesta estúpida, una reunión de
amigos, un vino que entra fácil. A partir de ahí, todo puede cambiar. No sólo
para los que han sido protagonistas, sino para todos los que les rodean,
sembrando un mar de confusión en el que tiene cabida la ira, la rebelión, la
incomprensión, un nuevo principio y un final de esperanza. Quizá no haya habido
demasiado tiempo para que la pasión se quedara, pero siempre permanecerá la
profunda amistad que nunca quiso huir.
Matthias es cerebral.
Intenta comprender el mundo que le rodea y, además, no tiene ningún prejuicio a
la hora de corregirlo. Dice lo que piensa y lo piensa detenidamente. Siempre
busca un por qué y suele encontrarlo. Ante él, el futuro se abre con un millón
de promesas. Sin embargo, en esta ocasión, no consigue encontrar respuestas. O,
aún mejor, sí conoce una de ellas, pero le da un miedo atroz creer que puede
ser verdad. Más que nada porque, a su alrededor, se abre un abismo insondable
de sentimientos que no ha explorado previamente y no sabe a dónde le pueden
llevar.
Maxime es pasional. No
comprende nada del mundo que le rodea y eso le ha llevado a una profunda
insatisfacción personal agravada por una situación que le agobia, le tensa, le
ahoga y está a punto de acabar con él. Sin embargo, acepta las cosas como
vienen porque sabe que ése es su camino. No intenta averiguar razones porque
sólo quiere disfrutar de las consecuencias y pocas veces lo consigue. Su futuro
ya es un enorme vacío que se adentra en lo desconocido, pero va a ir a por él.
Tal vez porque sabe que, en sus cercanías, ya no quedan días por venir.
Matthias
y Maxime no deja de ser una historia entre amigos cuyo mayor
pecado es que, a los diez minutos de comenzada la película, interesa ya
bastante poco. Hacer una película sobre la confusión de dos personas a las que
un hecho las ha afectado tanto que no saben qué hacer con sus vidas no deja de
ser un ejercicio de estilo difícil que no se puede solventar sólo con unas
cuantas viñetas de camaradería y cayendo descaradamente del lado de uno de los
dos protagonistas. Hay bromas fuera de contexto, algún momento ruidoso,
contadísimos instantes de humor y darle vueltas a lo mismo durante casi dos
horas. El resultado es una historia de amor condenada a un callejón sin salida
que tampoco es que contenga más traumas que los de la propia vida. Al fin y al
cabo, el significado de algo depende de las personas y todas somos diferentes.
Algunas se entregan a la pasión, otras prefieren racionalizarla y aún otras se
quedan perplejas, no sabiendo entender que algo tan necesario, simplemente,
ocurre.
Así que ahí tenemos
unas cuantas escenas que nos recuerdan viejas fiestas de juventud, soñadas
entre volutas de humo, empapadas en vasos altos y bajos llenos de hielo y
frustración. Juegos inútiles que derivan en discusiones de alto riesgo,
constataciones de que el amor no se vive de la misma manera, percepciones de
que nadie aprecia lo que otros hacen y lágrimas que saben a propias porque
todos hemos derramado gotas de parecida desesperación. Demasiado poco para algo
que ya suena a conocido. O, quizás, mucho para una historia que Xavier Dolan ha
dirigido entre amigos para decir que, de todos los sentimientos que nos asolan,
la amistad es el más fuerte de todos ellos.
2 comentarios:
No les acabo de pillar yo el punto a este nuevo cine de autor de estos jóvenes que miran de reojo a la nouvelle vague, aunque les veo algo acomplejados y con cierta tendencia al ombliguismo. Hablo de Dolan en Canadá como de Louis Garrell en Francia o Jonás Trueba aquí, aunque con este último suelo conectar más, tal vez sea por afinidad o simpatía o porque simplemente me parece algo menos impostado que los otros.
Del tal Dolan he padecido la interminable "Lawrence Anyways" o la histriónica "Solo al fin del mundo" que lo más gracioso de todo es que tiene un grandísimo reparto pero al final parece un concurso de a ver quién grita más y quien está más insoportable de todos. Lo único que le tolero es "Mommy" y con algún pero. Que no, que no, que para decir que eres un "enfant terrible" y que mire usted, que qué difícil es salir del armario no hace falta hacer ladrillos de cuatro horas.
En definitiva, lo único que envidio de que hayas visto esta peli es que hayas podido hacerlo en pantalla grande.
Abrazos amistosos
Pues estoy bastante de acuerdo. Habida cuenta de que sólo había dos estrenos en cartel, opté por ésta como la "menos mala". Dolan es bastante cargante en lo habitual. Lo peor de todo es que, como tú bien dices, se cree que está inventando la bicicleta cuando lo que dice es de una bisoñez y de una cosa mil veces vista que, parece, lo quiere compensar haciendo esos ladrillos. Aquí nos vamos a una película de dos horas completitas para decir algo, no se sabe muy bien el qué, porque uno de los protagonistas parece que sí acepta su condición (que, también parece, es más bien bisexual) y el otro no se atreve a salir del armario y, cuando sale, se arrepiente. Dos horas perdidas en indecisiones, en diálogos que tienen toda la pinta de improvisados, de describirnos unas vidas que, también parece, son bastante vacías y que necesitan cambios a toda marcha. Mucha broma fuera de contexto (Dolan sale con un mensaje grabado en casa en plena cuarentena al principio diciendo que la habían hecho entre amigos que habían participado completamente en el proceso creativo) que indica que se lo pasaron bastante bien haciéndola y sí, como queriendo hacer "nouvelle vague", es decir, estamos hablando de nuestras cosas y pasa una cámara y nos pilla.
Por otro lado, diríamos, "bueno, es que el estudio de personajes es interesante". Pues no, acude a unos estereotipos bastante burdos tratando de complicarlos con unos pensamientos que nunca expresa con claridad. Por eso, en algún momento del artículo, digo que, a los diez minutos, sencillamente, no se tiene ningún interés por lo que les pase. Como espectador, te da igual. Las situaciones que propone, tampoco es que sean la leche en verso. Es una de esas películas que, como bien dices, sólo aprecias por la situación en la que estamos.
Abrazos aburridos.
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