En ocasiones, los
científicos olvidan que hay un buen puñado de cosas importantes además de la
que, por supuesto, es el objeto de sus investigaciones. El aislamiento al que
tienden se puede acentuar aún más por un entorno virgen, paraíso natural, que
esconde a unos cuantos indígenas que aún se rigen por las reglas de la
inocencia, un par de hormigueros valiosos y la seguridad de que el hombre
blanco llegará pronto para llevárselo todo. Aún así, el profesor Campbell ha
pedido un ayudante. A ser posible hombre, dispuesto a soportar las
incomodidades de la lluvia y el calor en ese imposible lugar que parecía
inalcanzable para la ambición humana. En lugar de un hombre, aparece una mujer
y el profesor Campbell se siente incómodo. Sin embargo, ese es un sentimiento
que no puede permitirse el lujo de experimentar cuando se trata de saber cuál
es el elemento que falta para fabricar una vacuna contra el cáncer. Sí, porque
el Edén tiene tantos misterios que, a menudo, no se sabe lo que se echa a una
probeta.
Hay que traducirlo
todo, saber cuál es la cantidad exacta, identificar los componentes, pasarlo
por el cromatógrafo. Y la casualidad, esa amiga de la ciencia, es una
protagonista en la investigación. Los días, allí en las tierras vírgenes, son
distintos e, incluso, también existen las rivalidades casi supersticiosas para
pugnar por el primer lugar en los milagros. La mezcla se consiguió y, sin
embargo, se perdió. Un componente, casi fantasmagórico, que se escapa una y
otra vez y nadie cae en la cuenta de que está allí cerca, muy cerca, casi
ofreciéndose, casi imperceptible, pero evidente. Cada avance en el progreso de
la Humanidad se halla a un paso de la pertinente casualidad.
John McTiernan da
muestras, una vez más, del gran director que era y maneja a Sean Connery y
Lorraine Bracco haciendo de ellos unos personajes atractivos y salvajes, a un
paso de lo incivilizado y del razonamiento, en delicado equilibrio para lanzar
y mantenerse en el mensaje ecológico de la destrucción gratuita para hacer
carreteras, o urbanizaciones, o alcantarillados por los que se desaguan gran
parte de la vida de nuestro planeta. La película es toda una aventura del saber
y de la supervivencia, llevada con ligereza para no cansar con su mensaje
importantísimo y funciona porque, ante todo y sobre todo, guarda un profundo e
intenso respeto por aquellos que viven allí donde la mano del hombre no tardará
en llegar.
Así que, aunque intentemos golpear con fuerza unas cuantas bolas de golf desde un tie de salida imposible, es hora de concienciarnos un poco de que no tenemos otro hogar al que huir y que deberíamos cuidarlo como si fuera nuestra propia casa. Con todos sus defectos y virtudes, salvaguardando la belleza inmensa que conserva entre sus rincones redondos de verde, vegetación, fauna y variedad humana. Posiblemente ahí es donde empiezan todos los remedios posibles. Incluso aquellos que parecen totalmente inalcanzables por culpa de una enfermedad que se lleva a la gente sin ninguna piedad, igual que el hombre en plena selva.
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