martes, 27 de abril de 2021

REBELIÓN A BORDO (La tragedia de la Bounty) (1935), de Frank Lloyd

 

Los límites de la autoridad suelen coincidir con la frontera de lo razonable. Cuando los castigos se reparten con ligereza, la imposición de las órdenes se hace siempre bajo coacción, el objetivo se coloca por encima de la dignidad de las personas, siempre hay un espíritu rebelde que tratará de colocar las cosas en su sitio. En este caso, será un oficial, algo petimetre, pero indudablemente lleno de coraje, el que pondrá al diabólico Capitán Bligh contra las cuerdas. Demasiados meses a bordo, temiendo que el afán por cumplir el deber del capitán decaiga en la humillación de un puñado de hombres que trabajan por una miseria, se debaten entre el escorbuto y sólo reciben un trago de ron al día para mantener, de alguna manera, su lealtad. El suboficial Fletcher Christian estará ahí para tratar de que el paraíso sea, simplemente, la libertad.

Es una historia mil veces adaptada por el cine y, sin ningún género de dudas, la versión de Frank Lloyd, con Clark Gable, Charles Laughton y Franchot Tone, aunque altera los hechos que en realidad acaecieron, es la mejor. Laughton consigue imprimir a su Capitán Bligh unos tintes realmente odiosos, vacilantes, con un ligero matiz de complejo de superioridad para esconder sus carencias. Gable se ajusta más al prototipo de héroe comenzando como un petimetre que toma conciencia de una necesidad perentoria en alta mar. Franchot Tone se presenta también como un hijo de papá que trata de reafirmarse en su personalidad a través de un hecho que, lejos de ser un acto de heroísmo, es, sobre todo, un intento de supervivencia. La dirección de Lloyd es contenida, con momentos de indudable espectacularidad y llevando la narración con calma, sin excesos fuera de lugar, sin más armas que el deseo de entretener en la única rebelión a bordo de un barco inglés en toda la Historia.

Así que es el momento de oler a brea, de saborear la sal del aire, de izar el trinquete y navegar por aguas polinesias en busca del árbol del pan. Por el camino, es de justicia valorar si el comportamiento del oficial al mando es cabal o si es una expresión del sentido más equivocado de la autoridad, o si es de recibo acatar las nuevas órdenes de ese suboficial sin demasiada experiencia que se presenta como el salvador de la tripulación. El paraíso es muy tentador para que un barco lleno de rebeldes pase de largo y, aunque se puede echar de menos el honor, es fácil quedarse a degustar las mieles de una vida sin obligaciones, libertina, sin órdenes que cumplir y sin galones que limpiar. Aún así, habrá alguno que quiera volver para demostrar que, en el fondo, se tenía algo de razón y, a menudo, un tribunal no se comporta como debiera. Es la dureza que tenían que afrontar muchos marineros que se atrevían a lanzarse al mar o de simples ciudadanos que estaban tomando una cerveza en la taberna y tenían que acompañar a las terribles levas reclutadoras. El mar está ahí esperando. Y su inmensidad y calma es tan impresionante que devoró a muchos en su raciocinio y en su deber.

2 comentarios:

lobo dijo...

Una buena reseña, muy bien escrita. Corta, si me permite.Un gran saludo JajHipólito en Twitter. Le sigo, muy fan a partir de ahora.

César Bardés dijo...

Gracias por tus palabras. Bueno, es todo lo larga que se me permite en los medios en los que trabajo. Alrededor de las quinientas palabras para el clásico, algo más para los estrenos de la semana. Sin embargo, si está bien tirada, todo vale la pena. Gracias de nuevo.