Ya
sabemos que los sueños no son premonitorios, pero algo tienen de verdad. En
esas imaginaciones recurrentes, en esos espejismos reiterados, hay parte de
nosotros, mensajes que parecen provenir de las profundidades de nuestro futuro
y medias mentiras que pueden convertirse en auténticas realidades. Quizá en un
año impensable, en el más allá de un planeta ensimismado en sus dunas de un
producto que es necesario para liberar el alma humana, se halla una de las
traiciones más elaboradas y maquiavélicas de lo que aún está por venir. Menos
mal que siempre hay un elegido.
En ese universo de
traiciones tramadas, casi unas encima de otras, surge la figura del diferente,
del que no está en sintonía con lo que hace el resto de seres de otros mundos.
La nobleza, al fin y al cabo, no es sólo un título y, tal vez, haya que pasar
unas cuantas pruebas definitorias antes de convertirse en un hombre. De esa
manera, los sueños se van descifrando y el destino va tomando forma. Mientras tanto,
las naves surcarán los cielos, las cosechadoras harán su trabajo en el
desierto, los duelos se desarrollarán en algún cañón perdido de la tierra
estéril y el juego del poder pasará de un dominador a otro. Eso es lo malo de
cualquier traición. Si prospera, ya no puede llamarse así.
No cabe duda de que la
educación de un chico que llamado a la leyenda tendrá que pasar por trechos de
dolor, por la conciencia de una grandeza que no sabe cómo encajar, por la
claridad de una edad que tarda en aparecer. Algo parecido a la magia negra
también reclama un lugar en la historia y el aliento de la muerte se halla en
el último estertor. Es tiempo de volver a Arrakis y tratar de seguir con algo
que siempre pareció apasionante y que no todos supieron contar.
El director Denis
Villeneuve apuesta, sabiamente, por la espectacularidad y por tomarse un rato
en contar las vicisitudes de ese Paul Atreides al que encarna con bastante
acierto Timothée Chalamet. El chico es fotogénico y, en algunos momentos, es
enormemente preciso en su interpretación. Y uno de sus principales defectos,
aquí, es posible que se transforme en una inesperada virtud. Es un actor que no
sabe moverse, que no tiene presencia, que le falta empaque. Mientras actúa como
adolescente, es normal que, incluso, hasta se sienta ridículo a las puertas de
la leyenda que le va a tocar protagonizar. Cuando la madurez ya parece llegar,
sus movimientos son torpes, muy alejados de lo que se supone que es un héroe,
sin mensaje, sin empuje. Aún así, la sapiencia de Villeneuve le coloca en
situaciones muy favorables en sus luchas y apuros y no es un inconveniente
definitivo. A su lado, un reparto en el que destacan tanto Rebecca Ferguson
como Oscar Isaac y en el que sorprende el tono menor de Javier Bardem con su
breve aparición. En el lado más negativo, la música de Hans Zimmer, deseoso de
evocar sonidos árabes rodeados de misterio a un volumen en el que, incluso, es
difícil escuchar los diálogos. No siempre tiene que haber música. Y no siempre
tiene que intentar ser apabullante.
Así que cojamos la espada de la imparcialidad y digamos, con cierta seriedad, que Villeneuve le gana la partida sobradamente a Lynch en aquella otra versión que, de esta misma historia, rodó en los ochenta, por mucho que hubiera cortes en la producción y montajes falseados. Villeneuve sabe a dónde va y deja con ganas de más. Lynch nunca lo tuvo demasiado claro y deja con ganas de menos. Es la traición elaborada de los nuevos tiempos. Es el mensaje de las profundidades de un cine bien hecho que hace justicia a una historia que, en su versión escrita, estuvo al borde de lo magistral.
2 comentarios:
Pues te tengo que decir que he disfrutado mucho esta película. Y no las tenía todas conmigo, primero porque de entrada no es mi perfil de película ni mi perfil de género, y además tenía el precedente de Lynch que..., en fin, dejémoslo ahí.
Y la he disfrutado porque me ha parecido un espectáculo visual de primera - pena no haberla disfrutado en pantalla grande. Esta es la épica que a mí me gusta, y no la de Peter Jackson o JJ. que me aburre y no veas cómo. Villeneuve se muestra como un narrador extraordinario sin renunciar al tono místico y mesiánico que tiene la historia, pero yo creo que de un modo contenido, sin dejar que se le vaya de madre.
Y sí hay que ver lo que puede dar de sí el Timoteo cuando se le sabe dirigir como le pasa aquí o como le pasó con Woody en "Día de lluvia en N.Y".
Abrazos premonitorios
Yo es que sigo diciendo que Denis Villeneuve es uno de los realizadores más interesantes del panorama actual. Ha cogido la incomprensible y alucinógena versión de Lynch y, por fin, la ha hecho comprensible. Y todo se reduce a montar una traición para traicionar a los salvadores. Está muy pensada en esa especie de estética impresionantemente desnuda que suele montar Villeneuve (recordemos la resurrección temporal del personaje de Stellan Skarsgard, por ejemplo) y lo hace, sin caer nunca en el ridículo. La película explica las causas con pausa y vas siguiendo el hilo argumental sin problema. No renuncia, efectivamente al tono mesiánico y sujeta la película con firmeza en todas las bridas que se le pueden escapar que son unas cuantas.
Sí, Chalamet está muy bien, pero sigo diciendo que le falta empaque, presencia. Es algo así como lo que le pasaba a di Caprio en su época más juvenil. Tiene que madurar un poco más.
Abrazos de la casa de Atreides.
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