Según avanza la noche,
la juerga deja paso a la confidencialidad. Cinco tipos se van a celebrar una
especie de despedida de soltero para uno de ellos. Tres están casados y no
hacen más que envidiar la vida libre del que aún queda por pasar el trago. Uno
de los casados odia su vida, dice que es un infierno, pero es incapaz de saber
por qué. Trabaja duro, asiste a la escuela nocturna y no pasa demasiado tiempo
con su esposa que, además, está embarazada. Tal vez sea ése el problema. No quiere
ser padre. Y piensa que es enormemente desgraciado porque le van a obligar a
tomar un buen montón de decisiones cuando no le apetece tomar ninguna. El que
ya está en capilla, no está nada seguro del amor y, mucho menos, del
matrimonio. Y la voz de la experiencia les va a hacer pensar a todos. Es lo que
tiene la noche. Acaba por engullirte y hacerte creer que, con el sol, vuelven
todas las inseguridades y todas las amenazas a la búsqueda de la felicidad.
Las preocupaciones y
esperanzas de estos cinco individuos van saliendo a la superficie según van
cayendo los tragos. Ya se sabe, la bebida suelta la lengua. Lo que era una
diversión se va convirtiendo, poco a poco, en un encuentro con sus auténticas
realidades y no todas son maravillosas. Quizá una chica cualquiera, del
Village, será la mecha que encienda todas sus conciencias a pesar del
existencialismo que anida en ella. En el fondo, en esa noche de amigos, risas,
alcohol y confidencias, se tiene plena conciencia de que el estilo de vida que
ellos llevan no es el mejor, ni mucho menos. También es revelador el hecho de
que, tal vez, existan varios grados de felicidad, de que la ansiedad no es
demasiado aconsejable y de que la angustia, tarde o temprano, siempre aparece en
la madurez. La tensión del hombre medio, a veces, es tan enorme que es difícil
callarse.
Esta es una película estupenda, bastante desconocida, dirigida con brillantez por Delbert Mann y muy bien interpretada por estos cinco tipos que tratan de encontrar algo de sentido en lo que hacen con la excusa de una despedida de soltero. Ellos son Philip Abbott, Don Murray, E.G. Marshall, Larry Blyden y el siempre excelente Jack Warden. Ellos encarnan esos arquetipos de individuos reprimidos por las convenciones del trabajo y del matrimonio, y que llegan a la certeza de que la propia determinación es la que condiciona toda su existencia. Son débiles y son incapaces de enfrentarse a la sexualidad y a la libertad y siempre buscan el seguro consuelo de la familia y de los amigos. Han dejado de buscar algo más allá del rellano de sus escaleras y ni siquiera el que aún permanece soltero tiene una vida tan envidiable. Incluso la aparente sexualidad de la chica a la que encuentran no es tan gratificante. En el fondo, la rebelión que ensayan es una forma de perdonarse por su falta de carácter. Sí, la noche de los maridos es una noche de decepción, aunque también haya razones para depositar alguna esperanza en el día siguiente.
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