Loren Phineas Shaw es
un hombre práctico. Es el típico tiburón de las finanzas. Maximizará el
beneficio reduciendo al mínimo los costes. La calidad, el prestigio, la imagen,
la cuota de mercado…eso son conceptos que Shaw, sencillamente, no tiene en
cuenta. Lo que verdaderamente hay que agarrar con fuerza son los números y
cuantos más ceros, mejor. Si los beneficios se disparan, los Muebles Treadway
se dispararán en Bolsa y entonces el dinero lloverá a espuertas. Tan fácil como
eso. Rápido, fácil y cómodo. La inversión dará sus frutos y mientras los pobres
incautos que se acerquen a cualquier tienda a comprar un mueble Treadway se
llevarán un cachivache de una corta vida útil. Se siente. No haber comprado.
Frederick Alderson es
el hombre para todo. El útil, el que siempre está dispuesto detrás de cada
puerta. El que sabe qué necesita todo el mundo en el momento oportuno. Sin
embargo, está seguro de que no está capacitado como para llevar un emporio como
los Muebles Treadway. Eso era cosa del viejo, al que apreciaba mucho y, luego,
trasladó el aprecio al Presidente Avery Bullard. Ahora ya no está y los peces
están dando vueltas alrededor del barril. Se trata de que pique el adecuado,
que es lo que hubiera querido el viejo. La cuestión es cómo hacerlo sin que se
note demasiado. Tal vez haya que poner unas cuantas fichas sobre el tablero que
no participan en el juego.
Josiah Walter Dudley es
el vendedor colosal. Es el tipo que coloca la distribución de Muebles Treadway
en el filo de una navaja y, aún así, es capaz de venderlo. Quizá sea un hombre
sin demasiada imaginación empresarial. Puede que, incluso, tenga algo del
empuje necesario para dirigir la empresa, pero le viene demasiado grande. No se
puede exportar esa mentalidad de vendedor de coches de una tienda de carretera
a una gran empresa empeñada en mantener sus beneficios y expandirse. No, Dudley
no sirve, por mucho que lo parezca. Es un hombre rudo, sin demasiados
conocimientos culturales. Sólo ventas. Vender. Ya está.
Jesse Grimm hubiera
podido ser una baza segura para suceder al viejo. Pero a Jesse ya le han podido
los años y, lo que es peor, todos los engaños que ha tenido que soportar a lo
largo de una extensa carrera profesional. De despacho en despacho, tratando de
ir con la sinceridad por delante, sólo ha recibido bofetadas. No ve la
honestidad por ningún lado e, incluso, se avergüenza de su profesión. Tendrá
que votar a Shaw porque no queda otro remedio. O eso o la empresa se va a
pique. Claro que, con Shaw, sólo será una muerte lenta y financieramente
prolongada. Los principios de Grimm están en un callejón sin salida.
George Nyle Caswell es
el jugador de ventaja. Es el especulador nato. El individuo que vende un puñado
de acciones en apalancamiento y luego saca un buen montón de cientos de miles
de dólares creyendo que la astucia ha sido su única arma. Caswell va a tener
que domar esa sonrisa falsa de hombre de negocios y congelarse en medio de su
propia trampa. No va a tener más remedio. Los cheques se van a ir en dirección
contraria.
Julia Treadway es la
hija del viejo. No cree que haya nadie capaz de coger ese imperio mobiliario y
ponerlo a trabajar como hizo su padre. Sólo lo hizo Avery Bullard y él ya no
está. La tristeza la embarga y es incapaz de mover ficha porque sólo ve
subrepticias trampas que van a ser aprovechadas por la fiera más devoradora
como es la ambición. Ella ya no tiene ambición. Su padre se ha ido. Su amor, si
es que se puede llamar así, también. Y no queda nadie al mando. Aunque, tal
vez…
MacDonald Walling es el
Vicepresidente de Investigación y Desarrollo. Es joven, tiene empuje e ilusión
por ofrecer lo mejor al potencial cliente de Muebles Treadway. No quiere coger
responsabilidades mayores porque tiene un hijo al que enseñar a jugar al
béisbol y una esposa con la que desea estar el mayor tiempo posible. La
ambición no va con él. Él tiene la honestidad y, sobre todo, la seguridad de
que un trabajo bien hecho traerá, por similitud, beneficios a la empresa. Todo
es calidad. Es prestigio. Y el dinero comenzará a llegar. Falta por saber si
Walling tiene la energía suficiente como para quitarse de en medio ese mar de
pirañas que se abre delante de él.
Robert Wise dirigió está espléndida película en la que su mayor virtud es el certero diseño de personajes de alta empresa y alrededores mientras se dirime la ansiada sucesión de un emporio mobiliario. El reparto es inmejorable: William Holden, Fredric March, Paul Douglas, Dean Jagger, Louis Calhern, Barbara Stanwyck, Nina Foch, Walter Pidgeon, June Allyson, Shelley Winters. Todos son nombres impresionantes para una película que pedía, por fin, que se pensara en el público, último consumidor de todos los productos que la alta empresa pone a nuestra disposición. En esta ocasión, la guerra está en la última planta.
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