Es bastante duro ser un
administrador de la ley y asistir, impotente, a la puesta en libertad de un
buen puñado de presuntos culpables que se acogen al consabido defecto de forma
o que aprovechan el resquicio legal que todo código esconde. La ley debería ser
ciega y aplicarse en cualquier caso, a pesar de todo. Aunque eso desgaste las
bases de la democracia. Así que no hay nada mejor que integrarse dentro de una
misteriosa sociedad secreta que juzgará a la propia ley, a la ley imperfecta, a
la ley laxa, a la ley sonriente que siempre perdona. Ellos no piensan que la
ley deba reformar y advertir, sino castigar. El texto legal, el que ellos
mismos aplican en base a una supuesta ética de la justicia, no debe tener
piedad. Y la pena debe ser cumplida sin miramientos.
Así que ahí, en medio
de la penumbra de las reuniones clandestinas, existe ese contubernio de togas
que tienen su propio sistema de ejecución y de mantenimiento de secretos
inconfesables. Sólo se puede entrar con invitación. Y, desde luego, no se puede
salir. Es todo demasiado incómodo como para que se sepa. Por supuesto que la
democracia es imperfecta y que sus leyes son totalmente imperfectas. Ése es uno
de los precios que hay que pagar por la libertad. Si eso se obvia, se borra y
desaparece, entonces la conciencia se erige en juez y comienzan los problemas.
Interesante película de
Peter Hyams con Michael Douglas removiendo las curvas legales de un sistema que
deja insatisfechos a los administradores de la ley y deciden tomarse la
justicia por su propia toga. Sin embargo, ellos mismos carecen de suficiente
claridad como para saber que el mantenimiento de su cargo no les habilita para
saltarse lo que dice la ley, por muy defectuosa que sea, por muy injusta que
parezca. Sus galones de tribunal no les confieren ningún derecho sobre un
puñado de vidas que, aunque miserables, no deben ser decididas a la ligera, con
un legajo de papeles y un par de tomos del código penal sobre la mesa. Si la
ley es defectuosa, debe ser cambiada. No cabe ninguna duda. Pero no debe ser
violada. Si no, subiríamos al cadalso a los derechos que se ganan a través de
las urnas, de la libre manifestación de las ideas, de la libertad de opinión,
de la propia felicidad.
Con un ritmo tenso, con un espléndido elenco de secundarios entre los que destacan Hal Holbrook, Yaphet Kotto o James Sikking, es posible que, en algunos tramos, Los jueces de la ley se quede a medio camino de lo que pretende contar. En otros, por el contrario, guarda fuerza suficiente como para ser una historia atrayente de modernos justicieros que lo deciden todo sobre mesas de maderas nobles, luces de flexo solar y manos más blancas que la pesa de la balanza. Y aún hay una enorme virtud en todo ello. Se llega a comprender, por empatía, simpatía o apatía, los motivos que mueven al protagonista para que adopte la decisión de unirse a esa hermandad de jueces, jurados y ejecutores aunque, en el fondo, se sepa que el fuego anda muy cerca del juego. Es lo que pasa cuando se juzga a la ley, sea cual sea.
2 comentarios:
Me gusta bastante el cine de Hyams, es un artesano que suele realizar películas como mínimo entretenidas, y recientemente revisioné "Los jueces de la ley", y pese a que está filmada con oficio, que plantea un debate interesante y que se ve con agrado, pienso como tú, le falta un punto para ser memorable, no llevan la historia lo suficientemente lejos o simplemente es que Hyams y Roderick Taylor no saben como hacerlo. Aún así no es mal film.
¡Buena reseña!
Saludos.
Es un tipo que suele hacer buen cine, sin llegar nunca a la categoría de obra maestra en ninguna de sus obras. Lo que tú dices, hace películas, como mínimo, entretenidas. En cuanto a "Los jueces de la ley" fue todo un éxito cuando se estrenó y quizá fuera porque planteaba algo que estaba comentándose mucho en la opinión pública como esos resquicios de ley que aprovechaban los delincuentes para burlar a la justicia. Sin embargo, no sé. Es como si le faltara algo de garra, un poco de ambición. El giro final hacia la acción está bien, aunque tenga su puntito de increíble. No, no es mala película. Tampoco es una obra maestra.
Gracias por tu comentario.
Saludos.
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