miércoles, 7 de septiembre de 2022

LA MEMORIA DE UN ASESINO (2022), de Martin Campbell

Nadie, ni siquiera alguien acostumbrado a apretar el gatillo al servicio de otros, está exento de padecer esa terrible enfermedad llamada Alzheimer. Por supuesto que, en este caso, es un grave inconveniente y más aún cuando todo se desordena porque, incluso en esa profesión, debe haber ciertos límites a los que se podría denominar ética y que, sin embargo, también se hallan relacionados con la memoria. No todas las balas valen. No todos los encargos son justificables. Y el tiempo apremia, porque los recuerdos vuelan y sólo queda un suave rastro, una esencia, apenas nada, para seguir adelante con algo que ni siquiera tiene nombre.

La muerte es algo cotidiano para quien trabaja como sicario del mejor postor. E, incluso ella, se presenta como algo difuso que espera al final de todos los caminos. Se trata de ser inteligente cuando todo en la mente tira hacia el lado contrario. No vale quedarse quieto, esperando que llegue la hora y dejar que todo eso que se ha sido, se evapore. Por mucho que se haya sido algo innombrable y terrible y haya quedado escrito con letras de sangre. Si no se tiene la certeza de terminar lo ya empezado se trata de encarrilar a otros para que la justicia, esa que tanto se debe a los más débiles, se ejecute. Y lo hará el el elemento disonante. El que no tiene sitio. El que, tal vez, sea más implacable para que, por una vez, no pierdan los de siempre, sino los de más arriba.

Cuando las palabras comienzan a sonar incoherentes y los olvidos son algo más que un despiste, el mundo se quiebra en mil pedazos y el pánico se adueña de la desorientación y de la blancura de una memoria que se queda borrada. Otros, no obstante, preferirían olvidar. No tener grabados a sangre y fuego los recuerdos que hicieron que la persona que se fue nunca más volviera. La mente es traidora porque abandona el cuerpo sin avisar y hay que correr para que todo tenga un sentido antes de que se vaya definitivamente. La acción consiste en no pensárselo dos veces y tener claras las ideas en medio de las brumas. Sólo los que han tenido bien presente lo que son y lo que han sido podrán salir del coche por la puerta de atrás para llegar a la última e inevitable conclusión. Y la belleza, por una vez, no será la excusa, sino la coartada.

Interesante película de premisa muy atrayente dirigida por Martin Campbell con cierta pericia a pesar de que la trama tarda un trecho en centrarse debidamente. Liam Neeson resulta perfecto en la piel de ese asesino al que se le deshilacha la memoria a marchas forzadas mientras Guy Pearce trata de comprender, detrás de la placa y del chaleco antibalas, las motivaciones y verdades de un asesino que se ha negado a matar. Monica Bellucci, por su parte, aporta su categoría de femme fatale a un relato que se mueve dentro de los márgenes del cine negro, aunque, en principio, puede no parecerlo. El resultado es eficaz, sin llegar nunca al magisterio, con momentos realmente brillantes y serenos, como intentando abrirse paso en un bosque de medias verdades y de intereses creados que tratan de confundir a cualquier intruso que trate de seguir la pista.

Así que es tiempo de revivir todo aquello que se queda como esencia en la memoria, porque, al fin y al cabo, somos nuestros recuerdos y, cuando alguien sufre una demencia cognitiva, pierde todo lo que es. Por mucho que sea alguien despreciable. Por mucho que, en un último acto de lucidez, quiera dejar el rastro de una buena acción en un mundo que se mueve peligrosamente en los márgenes de la crueldad sin paliativos. Para ello, es necesario tener el cargador repleto y los objetivos claros. El resto es recordar. Sólo recordar. Nada más que recordar.

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