jueves, 15 de septiembre de 2022

VIAJE AL PARAÍSO (2022), de Ol Parker

 

A veces, el destino se encarga de ponernos en alguna situación levemente embarazosa que hace que tengamos que citarnos con el pasado de forma ineludible. Sí, ese pasado del cual nos hemos arrepentido siempre porque no salió como pensábamos, o porque terminó de forma abrupta, o porque no supimos ni quisimos entender lo que estaba ocurriendo. Quizá ya ha pasado incluso la época de disculparse y ya no hay freno para coartar el pensamiento y la boca echa todo lo que tiene en mente. El paraíso espera. Y lo hace con un objetivo común con ese pasado que, de alguna manera, siempre quisimos dejar atrás…pero nunca olvidamos.

Y así una pareja que nunca fue se vuelve a juntar sólo para convencer a la hija que, un día, tuvieron en común para que no cometa el mismo error en el que ellos cayeron veinticinco años atrás. Pensándolo fríamente, eso no lo hace ningún padre. Sobre todo cuando la hija ha dado muestras más que sobradas de responsabilidad, de saber hacia dónde se dirige y de que, después de unos años de sacrificio, también merece una recompensa. De esto modo, se establece una relación de amor-odio que, en ocasiones, tiene su gracia, en otras, pierde sentido y, aún en otras, se empeña en dejar en ridículo a sus protagonistas. Es lo que tiene la segunda edad, que empiezas a no darte cuenta cuán bajo puedes llegar a caer.

Sin duda, Viaje al paraíso no es más que una historieta sin pretensiones que da todo lo que se pide. Situaciones conocidas, previsibilidad a cascadas, alguna que otra salida de tono graciosa y levedad a raudales. La única razón para ir a verla es disfrutar de la pareja protagonista, George Clooney y Julia Roberts, porque son dos intérpretes ya veteranos, agradables a la vista, maestros en el manejo de los tiempos en la comedia, sabedores del lugar que debe ocupar el acento de la risa y que emanan complicidad como si fueran realmente pareja en la vida real. Lo demás, es un cúmulo de tópicos, con el consabido ambiente edénico, con ropa cómoda y al viento, con hoteles que huelen a madera barnizada y con piscina infinita, con comida degustada con delectación y con alguna que otra trastada con rasgos vodevilescos. Sin más. Y su mayor virtud es, precisamente esa. No quiere ser más.

La dirección de Ol Parker es rutinaria, centrándose todo en el guión superficial y resultón, y hay que reconocer que ellas besarían a George Clooney y ellos a Julia Roberts (¿o es al revés?), así que no cabe duda de que se sale con la sonrisa puesta, con la sensación de haber pasado un rato amable y con el deseo de ver más películas de aquellos intérpretes que nos hicieron soñar. Ellos y ellas. Ellas y ellos.

Eso sí, no se olviden de pararse un momento a reflexionar si la excesiva protección paterna inhibe los deseos de sus hijos o les produce urticaria o algo parecido, o de preguntarse si han sido los mejores ejemplos para ellos. Es posible que, aunque la película sobrevuela un poco por encima de ese tipo de problemas, también quiera que pensemos en el respeto que se merecen cuando ya saben volar por sí solos. Sin sufrir por el hecho ineluctable de que nuestras experiencias, para ellos, tienen el mismo valor que un globo sin aire. En caso contrario, ya saben. Es posible que todo esté muy cerca del dolor que produce la mordedura de un delfín. Ah… ¿pero los delfines muerden? Sí, igual que los padres, aunque quizá sea involuntariamente.

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