Con un estilo que
oscilaba entre el sano desenfado y la abyección más corrompida, Angela Lansbury
fue una figura de prestigio dentro del ámbito cinematográfico aunque no fuera
en primera línea. Su tirón en las tablas, interpretando los más diversos
papeles, fue fruto de su enorme versatilidad. Capaz de bailar con elegancia, de
cantar con su inconfundible acento inglés y paseando estilo de señora de café y
tostada, fue una actriz que, si bien no ocupó nunca el trono de reina, sí que
fue una de las más destacadas damas de picas de la corte.
Su debut no podía ser
más prometedor. Nancy, la criada algo analfabeta que se gana los cariños de su
señor como venganza hacia la clase alta representada por Ingrid Bergman en Luz que agoniza ya hacía presentir no
sólo que podía ser una malvada de altura, sino que también sería una maestra en
el arte de la sugerencia. Fue un extraordinario comienzo coronado con una
nominación a la mejor actriz secundaria que revalidó con otra película en la que
cambiaba de registro, pero en el que también sugería tanta ingenuidad como
atracción por lo siniestro en El retrato
de Dorian Gray, de Albert Lewin.
Con esas dos perlas en
su filmografía, Angela Lansbury no necesitaba desarrollar una carrera cinematográfica
brillante para mantener su posición privilegiada en Hollywood. Sin embargo, aún
no tuvo ningún reparo en encarnar a Kay Thorndyke, la sutil manipuladora
política que trata de hacer de Spencer Tracy un político corrupto a la vez que
siembra discordia en su matrimonio con Katharine Hepburn en la estupenda fábula
del poder que es El estado de la unión,
de Frank Capra, toda un retrato de la conciencia en una clase dirigente que
destaca por la ausencia de ella. Sus maneras, siempre elegantes y medidas, le
proporcionaron el papel de la Reina Ana en la adaptación de George Sidney en Los tres mosqueteros, con Gene Kelly en
la piel de D´Artagnan, y no dejó de enfundarse túnicas y velos para deambular
por los ambientes bíblicos de Cecil B. de Mille en Sansón y Dalila.
Los años cincuenta
fueron una década de enorme popularidad para ella porque comenzó a decantarse
por sus trabajos televisivos, dejando de lado su carrera en el cine. Después de
un papel de aviso en El largo y cálido
verano, de Martin Ritt, pisó realmente fuerte con su creación de la señora
Eleanor Shaw en la muy inquietante El
mensajero del miedo, tratando de controlar a su propio hijo, Raymond, en
todos los sentidos, incluso ése. Terriblemente manipuladora, cruel y traidora
hasta la exasperación, Angela Lansbury compuso uno de sus mejores papeles en
esta excepcional película de John Frankenheimer en la que no dejó de repetirnos
que Raymond Shaw, su hijo, es la persona más gentil, valiente, cálida y el
mejor ser humano que nunca podríamos conocer en la vida.
Después de este papel,
sin embargo, no consiguió realizar películas de cierta categoría hasta ocho
años después en la que la Walt Disney Pictures la reclama para encarnar a la
inefable Eglantine Price en La bruja
novata, una especie de recordatorio de Mary
Poppins con más humor, más canciones y más magia. Y aquí es donde descubre
sus dotes para el musical que fueron ampliamente explotadas en los escenarios.
Casi de forma consecutiva estuvo presente en los musicales Mame (conocida en su versión cinematográfica con el título de Ante todo mujer, con Lucille Ball en el
papel que ella interpretó sobre las tablas), La loca de Chaillot (sustituida por Katharine Hepburn en su versión
cinematográfica), Gypsy (que
interpretó Rosalind Russell) y Sweeney
Todd. Todos ellos éxitos superlativos que cimentaron su fama de gran dama
del teatro.
Volvió a ponerse
delante de las cámaras en 1978 con la adaptación que John Guillermin realizó de
la novela de Agatha Christie Muerte en el
Nilo, encarnando a la excéntrica señorita Salomé Otterbourne y no dejó
escapar la oportunidad de ponerse al frente de un reparto que incluía a Rock
Hudson, Tony Curtis, Geraldine Chaplin, Elizabeth Taylor, Kim Novak y Edward
Fox para encarnar a la señorita Marple en el misterio, también debido a la
pluma de Agatha Christie, El espejo roto,
probablemente una de las más creíbles interpretaciones de la vieja señorita
aunque la película, en este caso, resultó muy floja.
En los ochenta siguió
alternando sus trabajos televisivos con el teatro y apenas se la pudo ver en
cine, salvo en En compañía de lobos,
de Neil Jordan, y ya en el 91 poniendo voz a la inolvidable señorita Potts de La bella y la bestia. Su éxito mundial
se produjo con las diferentes temporadas de Se
ha escrito un crimen, dando vida a la escritora e investigadora Jessica
Fletcher durante ocho temporadas y 264 episodios. Y aún nos dejó un regalo de
despedida que podremos apreciar con su breve aparición en la segunda parte de Puñales por la espalda.
Con Angela Lansbury, se ha ido mucho más que la decana del cine y uno de los signos femeninos más elegantes de la historia. Se ha ido una grandísima actriz, capaz de afrontar cualquier papel que se le pusiera por delante, dando un poco de clase a esa baraja de la que ella formaba parte con distinción. El cine, hoy, sin ella es algo más incompleto y, sobre todo, mucho más vulgar.
2 comentarios:
Excelente actriz. Mereció más reconocimiento pero los que disfrutamos de la exquisitez de un buen trabajo sabemos valorar cada una de sus apariciones, que fueron memorables.
Excelente y muy elegante. Aunque ella era muy popular en los Estados Unidos, es verdad que mereció más reconocimiento fuera de sus fronteras porque era muy versátil, capaz de afrontar cualquier tipo de papel con garantías y, además, era una comunicadora de primera clase.
Gracias por tu comentario.
Publicar un comentario